LAS MIL CARAS DE CAPERUCITA: ¿QUÉ HACEMOS CON EL LOBO?
Por: María Anunciación Fernández Antón.
Fuente: Noticias Teatrales, página oficial de SALVADOR ENRÍQUEZ.
Cada día me resulta más grato acudir al teatro infantil. Ver cómo los niños se lanzan a divertirse perdiendo todos los miedos y cómo los adultos se extasían al descubrir la naturaleza escondida de sus hijos, es todo un espectáculo. La función de hoy tiene además otras claves que las del mero divertimento. Y los niños las entienden a su manera privilegiada:
Todo el afán de este lobo es llenar la barriga. Semejante en esto a todos los lobos. ¿Pero qué pasa cuando la niña es lista y no se deja engañar? Pues que el lobo da mucha pena porque de repente se ha quedado fuera de contexto. Ya no puede comerse ni a la abuelita y mucho menos a Caperucita. Su final no será tan trágico como el de aquél pero su vida es patética. Los niños lo llaman a voces, pero él está escondido y prefiere ver su propia película, la película en que es fiero y depredador. Cuando los lobos eran lobos y no tenían remordimientos por serlo.
No es de extrañar que prefiera esta ficción a su triste realidad actual. Resulta que Caperucita se ha renovado, ha aprendido trucos para engañarle y no ser engañada por él, ha cambiado hasta de nombre y es ella la que se disfraza. En una palabra, ha cambiado el cuento, pero la ilusión es la misma: el bosque, la noche, el miedo a lo desconocido. Aunque lo que aguarde tras ello sea un patético animal que no encuentra su puesto en el mundo y que da piedad hasta a los niños.
Por eso es un excelente truco el de intercalar la película implementando con ella los múltiples significados de la escena y potenciando un nuevo punto de vista, el tradicional, que para los niños es el más novedoso porque ellos sólo han oído hablar de lobos tontos. Sólo así pueden regocijarse con las burlas a que la niña le somete, sabiendo lo malo malísimo que puede llegar a ser. Pero qué hacemos con él? ¿Dejamos que muera de hambre o se haga vegetariano? ¿Cuánto tardarían en protestar las lechuhas? Por eso creo que está muy bien pensada esta función, la piedad hacia el lobo que no consigue comer inspira amor hacia la naturaleza y hacia todo lo que nos rodea y eso se puede aprender a cualquier edad. Si es divirtiéndose y sin caer en cursilerías, mejor que mejor. Aquí el final está abierto.
Enlace: Noticias Teatrales
Fuente: Noticias Teatrales, página oficial de SALVADOR ENRÍQUEZ.
Cada día me resulta más grato acudir al teatro infantil. Ver cómo los niños se lanzan a divertirse perdiendo todos los miedos y cómo los adultos se extasían al descubrir la naturaleza escondida de sus hijos, es todo un espectáculo. La función de hoy tiene además otras claves que las del mero divertimento. Y los niños las entienden a su manera privilegiada:
Todo el afán de este lobo es llenar la barriga. Semejante en esto a todos los lobos. ¿Pero qué pasa cuando la niña es lista y no se deja engañar? Pues que el lobo da mucha pena porque de repente se ha quedado fuera de contexto. Ya no puede comerse ni a la abuelita y mucho menos a Caperucita. Su final no será tan trágico como el de aquél pero su vida es patética. Los niños lo llaman a voces, pero él está escondido y prefiere ver su propia película, la película en que es fiero y depredador. Cuando los lobos eran lobos y no tenían remordimientos por serlo.
No es de extrañar que prefiera esta ficción a su triste realidad actual. Resulta que Caperucita se ha renovado, ha aprendido trucos para engañarle y no ser engañada por él, ha cambiado hasta de nombre y es ella la que se disfraza. En una palabra, ha cambiado el cuento, pero la ilusión es la misma: el bosque, la noche, el miedo a lo desconocido. Aunque lo que aguarde tras ello sea un patético animal que no encuentra su puesto en el mundo y que da piedad hasta a los niños.
Por eso es un excelente truco el de intercalar la película implementando con ella los múltiples significados de la escena y potenciando un nuevo punto de vista, el tradicional, que para los niños es el más novedoso porque ellos sólo han oído hablar de lobos tontos. Sólo así pueden regocijarse con las burlas a que la niña le somete, sabiendo lo malo malísimo que puede llegar a ser. Pero qué hacemos con él? ¿Dejamos que muera de hambre o se haga vegetariano? ¿Cuánto tardarían en protestar las lechuhas? Por eso creo que está muy bien pensada esta función, la piedad hacia el lobo que no consigue comer inspira amor hacia la naturaleza y hacia todo lo que nos rodea y eso se puede aprender a cualquier edad. Si es divirtiéndose y sin caer en cursilerías, mejor que mejor. Aquí el final está abierto.
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