TEATRO-KENIA: Pinocho habla swahili
Por STEFANÍA MILÁN y SAMUELE GABBIO
Este artículo ha sido tomado íntegramente de:
http://www.ipsnoticias.net/index.asp
ROMA, sep (IPS) - El escenario al aire libre del Teatro Globe de Roma está rodeado por niños y niñas embelesados: Pinocho, el famoso personaje del escritor italiano Carlo Collodi, ha regresado.
Veinte niños procedentes de Kenia, de 11 a 17 años, conforman el elenco de una versión singular de la historia de esa marioneta de madera que cobró vida y cuya nariz crecía cada vez que mentía.
Cuando la música se detiene, los niños y los adultos del público invaden el escenario. Me gustó porque bailaron mucho, dice Maria Elena, de cuatro años.
Su hermano Carlo Agostino, de seis, le muestra una edición italiana del libro Pinocho a los pequeños actores keniatas. Parecen entenderse a pesar de que unos hablan italiano y otros swahili.
Los niños actores fueron rescatados de las violentas calles de Dagoretti, uno de los 20 barrios más pobres de Nairobi y donde viven un cuarto de millón de personas.
La puesta es parte del programa Niños de Dagoretti Necesitando Ayuda, promovida por la oficina en Kenia de la organización no gubernamental Fundación Africana Médica y de Investigación (AMREF), que asiste a la infancia en situación de calle para reinsertarla en la sociedad.
Pinocho negro es muy diferente a la obra de Collodi. Fue escrita por jóvenes keniatas ayudados por el actor italiano Marco Baliani, que a su vez se ofreció para dirigir la puesta en escena y la coreografía.
La historia es presentada en un contexto africano. El País de los Juguetes, aquel parque de diversiones en el que Pinocho y muchos otros niños se entregaban en el libro original a toda suerte de vicios y excesos hasta convertirse en asnos, es aquí un espacio donde los niños pueden jugar al fútbol todo el día... y con zapatos de fútbol de verdad.
En Kenia hay unos 300.000 niños y niñas en situación de calle, más de 60.000 de ellos en Nairobi, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El número aumenta 10 por ciento al año, según la Red Africana para la Prevención y Protección del Abuso Infantil.
Muchas veces son llamados chokora (basura) por sus mayores. No van a la escuela y con frecuencia son víctimas de violencia. Muchos no tienen otra opción que trabajar en empleos peligrosos o inapropiados para su edad.
Muchas cosas en mi vida cambiaron gracias al teatro. Me ayudó a encontrar a mis padres y volver a casa, dijo Nahason Mbugua, de 17 años.
Antes no iba a la escuela. Me quedaba en las calles e inhalaba pegamento. Ahora estudiamos de lunes a viernes y actuamos los fines de semana, añadió.
El teatro nos ayudó a hacer amigos y aprender a estar juntos sin violencia, dijo, por su parte, Onesmus Kamau, de 13 años.
Involucramos a toda la comunidad en este proyecto. Trabajamos de forma estrecha con la población. La gente común tiene recursos y debe ser capaz de solucionar el problema de los niños de la calle en su ciudad, dijo el director del proyecto de AMREF, John Muiruri.
Primero los ayudamos a encontrar a sus familiares, luego los alentamos a volver a la escuela y a recuperar el contacto con sus comunidades. Esperamos que esto les abra nuevas oportunidades, explicó.
Gracias a esta experiencia, ahora ellos saben que tienen deberes y derechos, dijo Muiruri.
Cuando termina la función, los actores dicen sus nombres y muestran orgullosos sus nuevos pasaportes. La música se detiene y las luces se apagan. Es tiempo de volver a Nairobi. (FIN/2004)
Este artículo ha sido tomado íntegramente de:
http://www.ipsnoticias.net/index.asp
ROMA, sep (IPS) - El escenario al aire libre del Teatro Globe de Roma está rodeado por niños y niñas embelesados: Pinocho, el famoso personaje del escritor italiano Carlo Collodi, ha regresado.
Veinte niños procedentes de Kenia, de 11 a 17 años, conforman el elenco de una versión singular de la historia de esa marioneta de madera que cobró vida y cuya nariz crecía cada vez que mentía.
Cuando la música se detiene, los niños y los adultos del público invaden el escenario. Me gustó porque bailaron mucho, dice Maria Elena, de cuatro años.
Su hermano Carlo Agostino, de seis, le muestra una edición italiana del libro Pinocho a los pequeños actores keniatas. Parecen entenderse a pesar de que unos hablan italiano y otros swahili.
Los niños actores fueron rescatados de las violentas calles de Dagoretti, uno de los 20 barrios más pobres de Nairobi y donde viven un cuarto de millón de personas.
La puesta es parte del programa Niños de Dagoretti Necesitando Ayuda, promovida por la oficina en Kenia de la organización no gubernamental Fundación Africana Médica y de Investigación (AMREF), que asiste a la infancia en situación de calle para reinsertarla en la sociedad.
Pinocho negro es muy diferente a la obra de Collodi. Fue escrita por jóvenes keniatas ayudados por el actor italiano Marco Baliani, que a su vez se ofreció para dirigir la puesta en escena y la coreografía.
La historia es presentada en un contexto africano. El País de los Juguetes, aquel parque de diversiones en el que Pinocho y muchos otros niños se entregaban en el libro original a toda suerte de vicios y excesos hasta convertirse en asnos, es aquí un espacio donde los niños pueden jugar al fútbol todo el día... y con zapatos de fútbol de verdad.
En Kenia hay unos 300.000 niños y niñas en situación de calle, más de 60.000 de ellos en Nairobi, según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
El número aumenta 10 por ciento al año, según la Red Africana para la Prevención y Protección del Abuso Infantil.
Muchas veces son llamados chokora (basura) por sus mayores. No van a la escuela y con frecuencia son víctimas de violencia. Muchos no tienen otra opción que trabajar en empleos peligrosos o inapropiados para su edad.
Muchas cosas en mi vida cambiaron gracias al teatro. Me ayudó a encontrar a mis padres y volver a casa, dijo Nahason Mbugua, de 17 años.
Antes no iba a la escuela. Me quedaba en las calles e inhalaba pegamento. Ahora estudiamos de lunes a viernes y actuamos los fines de semana, añadió.
El teatro nos ayudó a hacer amigos y aprender a estar juntos sin violencia, dijo, por su parte, Onesmus Kamau, de 13 años.
Involucramos a toda la comunidad en este proyecto. Trabajamos de forma estrecha con la población. La gente común tiene recursos y debe ser capaz de solucionar el problema de los niños de la calle en su ciudad, dijo el director del proyecto de AMREF, John Muiruri.
Primero los ayudamos a encontrar a sus familiares, luego los alentamos a volver a la escuela y a recuperar el contacto con sus comunidades. Esperamos que esto les abra nuevas oportunidades, explicó.
Gracias a esta experiencia, ahora ellos saben que tienen deberes y derechos, dijo Muiruri.
Cuando termina la función, los actores dicen sus nombres y muestran orgullosos sus nuevos pasaportes. La música se detiene y las luces se apagan. Es tiempo de volver a Nairobi. (FIN/2004)
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