UN MUNDO DE TÍTERES
Entrevista realizada a Roblan Piñero y
Denzil W. Romero
Por: PEDRO R. MONGE RAFULS
(*Fragmentos)
Para mí, lo más importante de mi trabajo es estar seguro que, cada vez que me presento, los niños van a sonreír.
Roblan Piñero.
Participaba en el foro crítico del XIX Festival de Occidente, en Guanare, Venezuela, cuando me tocó presenciar Mr. Flint, un unipersonal para niños del Teatro Bengala. No fui muy convencido al espectáculo de calle ideado y dirigido por Roblan Piñero. Nos llevaron -a los miembros del foro, que al otro día criticaríamos la producción en público- a este barrio popular, a una plaza en pésimas condiciones y donde jugaban un par de niños; jugaban a juegos eróticos y con una malicia nada infantil. Pensé -y hasta comenté a los demás miembros- que mal iba a salir el actor de aquella obra. Piñero se preparaba. De pronto comienza el espectáculo frente a la actitud conformista de los panelistas y la irónica de los niños. El milagro del teatro se hizo, y se hizo inmediatamente. Roblan Piñero logró nuestra atención, los niños dejaron sus juegos y comenzaron a acercarse. Al rato, uno salió corriendo y casi enseguida se llenó la plaza de niños que disfrutaban: atendían al actor, participaban cuando se les pedía y reían y aplaudían. Los adultos parecían niños.
Todos los miembros del foro crítico quedamos impresionados. A mí, ya fuera del Festival, me tocó la suerte de viajar a Valencia y volver a encontrar a Roblan, a Denzil, el director ejecutivo del grupo. Más aún, pude ver el espectáculo navideño que realizaban en el Centro Comercial Metrópolis de dicha ciudad. De allí, me fui con ellos, por carretera a Caracas. Pasamos por La Casa Alejo Zuloaga, en la localidad carabobeña de San Joaquín, donde se iban a presentar, siempre con éxito.
Esta entrevista a Roblan la hice en el carro.
Nací en la ciudad de Anaco, Estado Anzoátegui, en 1969... Comencé a hacer teatro liceísta, en la secundaria y, a los trece años, la primera vez que actué fuera de Anaco, a través del Liceo, me otorgaron el premio a la mejor actuación masculina.
¿Un premio a los trece años?
El Premio José Antonio Anzoátegui, en 1983. Lo volví a ganar en 1984, en 1985 y en 1986. En el ochenta y siete no me dejaron participar... Fui invitado especial. Ya estaba por culminar el bachillerato y había que darle oportunidad a nuevas generaciones.
Nos reímos, claro.
Aprendiste a actuar al mismo tiempo que a leer...
Sí. Comencé en el teatro desde pequeño, en el colegio. A los dieciséis, paralelamente a los estudios de secundaria, creamos en el Ateneo un grupo de teatro para niños. Se llamaba TETI (Taller Estable de Teatro Infantil). Empecé a desarrollarme como director, pero al mismo tiempo estaba en el grupo profesional Catopo, del Ateneo. Allí actuaba para adultos.
¿Todo esto sucede en Anaco?
En 1990 me fui para Caracas. Estuve ocho años allí.
¿Qué hacías en Caracas?
Comencé a trabajar en la televisión, en un programa infantil que se llamaba Chamokrópolis. Hacía el personaje del conejo, que gustó mucho en aquel entonces. Fue cuando entré a Tilingo, la compañía nacional de marionetas de Venezuela (1) y formé parte del grupo por cinco años como actor y se me brindó la oportunidad de incursionar en la dramaturgia. Escribí varias obras; una, La lección de Pirita, fue premiada en 1993.
¿Por qué comenzaste a escribir?
Yo, desde pequeño, he tenido esa curiosidad por escribir. Escribía cuentos, muy cortos, para títeres y gustaban. Una vez que estaba en Tilingo sentí esa gran necesidad de escribir un trabajo que rompiera esquemas -a mí me cansa siempre lo mismo de lo mismo. La línea de trabajo de Tilingo era una línea de obras clásicas y quería tener la oportunidad de plantear un espectáculo ya posmoderno. Así surgió La lección de Pirita, que era una obra que trataba sobre la basura. Trabajé mucho con el rock, con el tango, con música latina.
¿Era una obra didáctica?
Sumamente didáctica sobre la basura. Sin embargo, es curioso que en 1997, cuando se hace un libro sobre la historia de Tilingo se dice que la historia del grupo es antes de Pirita y después de Pirita porque, después de Pirita, comienzan a cambiarse los conceptos del teatro infantil en esta compañía, que es muy importante en el país.
¿Y también dirigías?
No estaba dirigiendo. En 1997 salgo de Tilingo porque el grupo perdió fondos, y entro en la biblioteca nacional Raúl Leoni, del Cafetal, en Caracas. Me di cuenta que había una gran necesidad de hacer teatro allí y me inventé un taller de teatro y de títeres para niños. Yo había hecho "sopotecientos" talleres porque para mí era importante aprender; a lo largo de mi carrera siempre me he estado actualizando en talleres de expresión corporal, actuación, trabajo del actor, títeres, marionetas, cualquier cosa para mi crecimiento artístico es importante.
Pero, ¿tú habías trabajado con títeres?
Sí, había tenido experiencia en Anaco. Y en Tilingo manejé una marioneta de metro y medio, espectacular, que trajeron unos chilenos en la década de los sesenta. Tuve la oportunidad gracias al estilo de Tilingo donde se mezclaba la actuación en vivo con las marionetas. Eso me gustaba mucho.
¿Y qué pasó con los talleres?
Fueron exitosos. De la red de bibliotecas del área metropolitana, que comprenden treinta y seis bibliotecas, me asignan ocho para dictar estos mismos talleres con la finalidad de hacer el primer festival de teatro para niños. Los coordiné conjuntamente con Luisa Salazar. Entonces me llamaron de FUNDESVA -una fundación- para hacer unas marionetas gigantes de cinco metros de alto... La verdad que en ese mismo año, 1997, ocurrieron muchísimas cosas.
¿Qué cosas?
Sí. Al salir de las paredes de Tilingo me di cuanta de la calidad de los muñecos y del concepto de estética que venía manejándose en Tilingo y comparé con las agrupaciones de titiriteros que existían en Venezuela en aquel entonces: trabajaban con títeres muy pobres, con unas producciones muy precarias. Me dí cuenta que tenía mucho que hacer y comencé a impartir clases en varias instituciones culturales de la técnica que yo había aprendido en Tilingo.
Explícame...
Cuando comencé a hacer los títeres en la biblioteca a través del festival y a través de los talleres, me di cuenta que en cada sitio que visitaba todo el mundo hacía la misma técnica, que era la de guiñol o títere de guante y yo estaba proponiendo otra, que era poco conocida, muy poco divulgada: la técnica de varilla, la técnica de media, la marioneta de cuerda, títeres de cuatro mano o de seis manos que son los títeres de mesa. Me di cuenta que había una gran necesidad de cambiar.
¿Y por qué tú pensaste que era necesario incluir esas otras técnicas?
La gente ya estaba cansada de ver siempre lo mismo. Yo había visto muchas cosas en los festivales, agrupaciones con estilos distintos: bunraco de la China, los argentinos con las marionetas de varilla, los rusos con muñecos de mesa y tantos más; cada uno de ellos me impresionaba y como me gustaban todos los estilos, todas las técnicas; me dije y ¿por qué no mezclarlo todo en un solo concepto? Y ahí fue cuando nació Teatro Bengala. Decidimos trabajar directamente con el público y con los muñecos; que los niños y el público vieran el titiritero y como manipulaba al muñeco. Y, como ante todo soy un actor, no puedo apartar los títeres de la parte de la actuación y entonces, es por eso que también le inyectamos el toque de la narración oral, del teatro, algo de mímica -porque me gustan mucho los mimos- y ahí es cuando sale el concepto distinto. Mi interés continúa siendo mezclar todo y fundirlo en una línea de trabajo. En cada espectáculo pretendo conseguir la mezcolanza de una diversidad de propuestas.
¿Cuál fue la primera actividad con Bengala?
Filipo, cabeza puntiaguda, una obra de títeres que escribí. Gustó mucho y comenzamos a rodar por el Estado Anzoátegui. Actualmente esta obra está siendo montada por Yuri Villegas en el TKNELA Teatro, de Valencia.
¿Cómo trabajan en Teatro Bengala?
Cuando veo algo que me llama la atención o cuando estoy con una imagen creativa la planteo en el grupo y por lo general, dentro del mismo grupo surgen nuevas ideas sobre esa idea y entonces es cuando creamos algo.
Nuestro productor y director ejecutivo es Denzil Romero C. que es el responsable de que nuestro trabajo gire por todo el país. Es el responsable que hayamos participado en varios importantes festivales realizados en Venezuela y es el responsable de que pronto salgamos al extranjero.
Aprovecho el comentario de Roblan y el que hacemos una parada en una cafetería de la carretera para hacerle unas preguntas a Denzil, que, además, es el chofer del viaje.
Denzil, tú apenas llevas un año en el grupo, dime que viste al llegar y qué estás haciendo para que el Teatro Bengala sea conocido.
Cuando entré al grupo encontré que había una gran calidad artística, pero vi que estaban muy regionalizados. Era un grupo que tenía muchos deseos de hacer cosas, sin embargo le faltaba la organización, la parte administrativa, alguien que se dedicara exclusivamente a proyectar sus trabajos. Realmente, cuando llego, ya Roblan, por su lado, tenía una gran trayectoria y el grupo es reconocido por sus aportaciones, pero localmente. Yo había entrado al grupo enamorado de su trabajo y me propuse proyectarlo a nivel nacional. Conversé con Roblan y los demás integrantes del grupo y este año nos dedicamos a proyectarlo a nivel nacional.
(...)
Volvemos a la carretera y continúo con mi entrevista a Roblan
(...)
Ya llevas tres años haciendo lo que deseabas, ¿qué has logrado con respecto a tu interés de cambiar la estructura del teatro infantil de Venezuela?
Se han logrado cosas buenísimas. El grupo ha recorrido casi todo el país y siempre tratamos de impartir clases en los sitios donde llegamos, compartirnuestros conocimientos en las distintas técnicas. Esos talleres ayudan a un cambio. En poco tiempo, hemos logrado un status y desde el Estado Anzoátegui, hemos logrado un nombre a nivel nacional como una de las agrupaciones más importantes de teatro infantil.
Crees que la forma de trabajar el títere hoy, ¿es muy distinta a la forma que había en Venezuela cuando nació Bengala?
Sí. Cuando comenzamos propusimos romper con el teatrino. Eso era casi un sacrilegio en este país, no se concebía un espectáculo de títeres sin teatrino. Aquí en el país todos manejaban los mismos muñecos; en el Estado Zulia solamente de cuerda, en el Estado Sucre un muñeco muy básico de varilla y en los demás Estados guiñol porque Di Mauro lo difundió por todo el país. Cada uno de los integrantes busca de acuerdo a sus intereses; uno de cuerda, el otro de varilla, el otro de media y sobre esa misma técnica tratamos de proponer cosas nuevas y se han logrado unos productos espectaculares.
Somos un punto de referencia para muchas agrupaciones y de hecho, ya existen grupos que están copiando los estilos nuestros. Ya se está dejando de usar teatrino, hay grupos que están mezclando la narración oral con los títeres y el teatro y, para mi, eso es importante porque pienso que es parte de la evolución que necesitamos. Realmente Bengala se ha convertido como en un laboratorio de investigación. Siempre estamos tratando de innovar cosas y, es por eso que dicen, en Venezuela, que rompemos esquemas... Ya hay una diversidad, antes no la había. Ahora sí hay muchas cosas distintas que ver...
¿Cómo ves el teatro de títeres y el teatro infantil en comparación con el teatro de adulto?
Es una cadena. En la cúspide está el teatro de adultos, le sigue el teatro infantil, continúan el teatro de títeres, sigue la narración oral y de último están los mimos y los magos. Ahora está ocurriendo algo interesante, se está generando un movimiento, sobre todo en el interior del país; lo que en la capital (Caracas) llaman provincia, unos estilos de trabajo impresionantes. Son pocos conocidos, pero el teatro infantil del interior del interior se está dando cuenta que puede ser revolucionario si fuciona el títere, con la narración oral, la magia... con toda manifestación, como hemos estado haciendo en Bengala.
(...)
(1) Tilingo es la institución pionera del teatro infantil en Venezuela. Celebró el 35 aniversario en abril de 2002. (N.E.)
* Los fragmentos de esta entrevista fueron tomados de OLLANTAY theater magazine. Volumen X, Number 19. Special Issue Venezuelan Theater.
Denzil W. Romero
Por: PEDRO R. MONGE RAFULS
(*Fragmentos)
Para mí, lo más importante de mi trabajo es estar seguro que, cada vez que me presento, los niños van a sonreír.
Roblan Piñero.
Participaba en el foro crítico del XIX Festival de Occidente, en Guanare, Venezuela, cuando me tocó presenciar Mr. Flint, un unipersonal para niños del Teatro Bengala. No fui muy convencido al espectáculo de calle ideado y dirigido por Roblan Piñero. Nos llevaron -a los miembros del foro, que al otro día criticaríamos la producción en público- a este barrio popular, a una plaza en pésimas condiciones y donde jugaban un par de niños; jugaban a juegos eróticos y con una malicia nada infantil. Pensé -y hasta comenté a los demás miembros- que mal iba a salir el actor de aquella obra. Piñero se preparaba. De pronto comienza el espectáculo frente a la actitud conformista de los panelistas y la irónica de los niños. El milagro del teatro se hizo, y se hizo inmediatamente. Roblan Piñero logró nuestra atención, los niños dejaron sus juegos y comenzaron a acercarse. Al rato, uno salió corriendo y casi enseguida se llenó la plaza de niños que disfrutaban: atendían al actor, participaban cuando se les pedía y reían y aplaudían. Los adultos parecían niños.
Todos los miembros del foro crítico quedamos impresionados. A mí, ya fuera del Festival, me tocó la suerte de viajar a Valencia y volver a encontrar a Roblan, a Denzil, el director ejecutivo del grupo. Más aún, pude ver el espectáculo navideño que realizaban en el Centro Comercial Metrópolis de dicha ciudad. De allí, me fui con ellos, por carretera a Caracas. Pasamos por La Casa Alejo Zuloaga, en la localidad carabobeña de San Joaquín, donde se iban a presentar, siempre con éxito.
Esta entrevista a Roblan la hice en el carro.
Nací en la ciudad de Anaco, Estado Anzoátegui, en 1969... Comencé a hacer teatro liceísta, en la secundaria y, a los trece años, la primera vez que actué fuera de Anaco, a través del Liceo, me otorgaron el premio a la mejor actuación masculina.
¿Un premio a los trece años?
El Premio José Antonio Anzoátegui, en 1983. Lo volví a ganar en 1984, en 1985 y en 1986. En el ochenta y siete no me dejaron participar... Fui invitado especial. Ya estaba por culminar el bachillerato y había que darle oportunidad a nuevas generaciones.
Nos reímos, claro.
Aprendiste a actuar al mismo tiempo que a leer...
Sí. Comencé en el teatro desde pequeño, en el colegio. A los dieciséis, paralelamente a los estudios de secundaria, creamos en el Ateneo un grupo de teatro para niños. Se llamaba TETI (Taller Estable de Teatro Infantil). Empecé a desarrollarme como director, pero al mismo tiempo estaba en el grupo profesional Catopo, del Ateneo. Allí actuaba para adultos.
¿Todo esto sucede en Anaco?
En 1990 me fui para Caracas. Estuve ocho años allí.
¿Qué hacías en Caracas?
Comencé a trabajar en la televisión, en un programa infantil que se llamaba Chamokrópolis. Hacía el personaje del conejo, que gustó mucho en aquel entonces. Fue cuando entré a Tilingo, la compañía nacional de marionetas de Venezuela (1) y formé parte del grupo por cinco años como actor y se me brindó la oportunidad de incursionar en la dramaturgia. Escribí varias obras; una, La lección de Pirita, fue premiada en 1993.
¿Por qué comenzaste a escribir?
Yo, desde pequeño, he tenido esa curiosidad por escribir. Escribía cuentos, muy cortos, para títeres y gustaban. Una vez que estaba en Tilingo sentí esa gran necesidad de escribir un trabajo que rompiera esquemas -a mí me cansa siempre lo mismo de lo mismo. La línea de trabajo de Tilingo era una línea de obras clásicas y quería tener la oportunidad de plantear un espectáculo ya posmoderno. Así surgió La lección de Pirita, que era una obra que trataba sobre la basura. Trabajé mucho con el rock, con el tango, con música latina.
¿Era una obra didáctica?
Sumamente didáctica sobre la basura. Sin embargo, es curioso que en 1997, cuando se hace un libro sobre la historia de Tilingo se dice que la historia del grupo es antes de Pirita y después de Pirita porque, después de Pirita, comienzan a cambiarse los conceptos del teatro infantil en esta compañía, que es muy importante en el país.
¿Y también dirigías?
No estaba dirigiendo. En 1997 salgo de Tilingo porque el grupo perdió fondos, y entro en la biblioteca nacional Raúl Leoni, del Cafetal, en Caracas. Me di cuenta que había una gran necesidad de hacer teatro allí y me inventé un taller de teatro y de títeres para niños. Yo había hecho "sopotecientos" talleres porque para mí era importante aprender; a lo largo de mi carrera siempre me he estado actualizando en talleres de expresión corporal, actuación, trabajo del actor, títeres, marionetas, cualquier cosa para mi crecimiento artístico es importante.
Pero, ¿tú habías trabajado con títeres?
Sí, había tenido experiencia en Anaco. Y en Tilingo manejé una marioneta de metro y medio, espectacular, que trajeron unos chilenos en la década de los sesenta. Tuve la oportunidad gracias al estilo de Tilingo donde se mezclaba la actuación en vivo con las marionetas. Eso me gustaba mucho.
¿Y qué pasó con los talleres?
Fueron exitosos. De la red de bibliotecas del área metropolitana, que comprenden treinta y seis bibliotecas, me asignan ocho para dictar estos mismos talleres con la finalidad de hacer el primer festival de teatro para niños. Los coordiné conjuntamente con Luisa Salazar. Entonces me llamaron de FUNDESVA -una fundación- para hacer unas marionetas gigantes de cinco metros de alto... La verdad que en ese mismo año, 1997, ocurrieron muchísimas cosas.
¿Qué cosas?
Sí. Al salir de las paredes de Tilingo me di cuanta de la calidad de los muñecos y del concepto de estética que venía manejándose en Tilingo y comparé con las agrupaciones de titiriteros que existían en Venezuela en aquel entonces: trabajaban con títeres muy pobres, con unas producciones muy precarias. Me dí cuenta que tenía mucho que hacer y comencé a impartir clases en varias instituciones culturales de la técnica que yo había aprendido en Tilingo.
Explícame...
Cuando comencé a hacer los títeres en la biblioteca a través del festival y a través de los talleres, me di cuenta que en cada sitio que visitaba todo el mundo hacía la misma técnica, que era la de guiñol o títere de guante y yo estaba proponiendo otra, que era poco conocida, muy poco divulgada: la técnica de varilla, la técnica de media, la marioneta de cuerda, títeres de cuatro mano o de seis manos que son los títeres de mesa. Me di cuenta que había una gran necesidad de cambiar.
¿Y por qué tú pensaste que era necesario incluir esas otras técnicas?
La gente ya estaba cansada de ver siempre lo mismo. Yo había visto muchas cosas en los festivales, agrupaciones con estilos distintos: bunraco de la China, los argentinos con las marionetas de varilla, los rusos con muñecos de mesa y tantos más; cada uno de ellos me impresionaba y como me gustaban todos los estilos, todas las técnicas; me dije y ¿por qué no mezclarlo todo en un solo concepto? Y ahí fue cuando nació Teatro Bengala. Decidimos trabajar directamente con el público y con los muñecos; que los niños y el público vieran el titiritero y como manipulaba al muñeco. Y, como ante todo soy un actor, no puedo apartar los títeres de la parte de la actuación y entonces, es por eso que también le inyectamos el toque de la narración oral, del teatro, algo de mímica -porque me gustan mucho los mimos- y ahí es cuando sale el concepto distinto. Mi interés continúa siendo mezclar todo y fundirlo en una línea de trabajo. En cada espectáculo pretendo conseguir la mezcolanza de una diversidad de propuestas.
¿Cuál fue la primera actividad con Bengala?
Filipo, cabeza puntiaguda, una obra de títeres que escribí. Gustó mucho y comenzamos a rodar por el Estado Anzoátegui. Actualmente esta obra está siendo montada por Yuri Villegas en el TKNELA Teatro, de Valencia.
¿Cómo trabajan en Teatro Bengala?
Cuando veo algo que me llama la atención o cuando estoy con una imagen creativa la planteo en el grupo y por lo general, dentro del mismo grupo surgen nuevas ideas sobre esa idea y entonces es cuando creamos algo.
Nuestro productor y director ejecutivo es Denzil Romero C. que es el responsable de que nuestro trabajo gire por todo el país. Es el responsable que hayamos participado en varios importantes festivales realizados en Venezuela y es el responsable de que pronto salgamos al extranjero.
Aprovecho el comentario de Roblan y el que hacemos una parada en una cafetería de la carretera para hacerle unas preguntas a Denzil, que, además, es el chofer del viaje.
Denzil, tú apenas llevas un año en el grupo, dime que viste al llegar y qué estás haciendo para que el Teatro Bengala sea conocido.
Cuando entré al grupo encontré que había una gran calidad artística, pero vi que estaban muy regionalizados. Era un grupo que tenía muchos deseos de hacer cosas, sin embargo le faltaba la organización, la parte administrativa, alguien que se dedicara exclusivamente a proyectar sus trabajos. Realmente, cuando llego, ya Roblan, por su lado, tenía una gran trayectoria y el grupo es reconocido por sus aportaciones, pero localmente. Yo había entrado al grupo enamorado de su trabajo y me propuse proyectarlo a nivel nacional. Conversé con Roblan y los demás integrantes del grupo y este año nos dedicamos a proyectarlo a nivel nacional.
(...)
Volvemos a la carretera y continúo con mi entrevista a Roblan
(...)
Ya llevas tres años haciendo lo que deseabas, ¿qué has logrado con respecto a tu interés de cambiar la estructura del teatro infantil de Venezuela?
Se han logrado cosas buenísimas. El grupo ha recorrido casi todo el país y siempre tratamos de impartir clases en los sitios donde llegamos, compartirnuestros conocimientos en las distintas técnicas. Esos talleres ayudan a un cambio. En poco tiempo, hemos logrado un status y desde el Estado Anzoátegui, hemos logrado un nombre a nivel nacional como una de las agrupaciones más importantes de teatro infantil.
Crees que la forma de trabajar el títere hoy, ¿es muy distinta a la forma que había en Venezuela cuando nació Bengala?
Sí. Cuando comenzamos propusimos romper con el teatrino. Eso era casi un sacrilegio en este país, no se concebía un espectáculo de títeres sin teatrino. Aquí en el país todos manejaban los mismos muñecos; en el Estado Zulia solamente de cuerda, en el Estado Sucre un muñeco muy básico de varilla y en los demás Estados guiñol porque Di Mauro lo difundió por todo el país. Cada uno de los integrantes busca de acuerdo a sus intereses; uno de cuerda, el otro de varilla, el otro de media y sobre esa misma técnica tratamos de proponer cosas nuevas y se han logrado unos productos espectaculares.
Somos un punto de referencia para muchas agrupaciones y de hecho, ya existen grupos que están copiando los estilos nuestros. Ya se está dejando de usar teatrino, hay grupos que están mezclando la narración oral con los títeres y el teatro y, para mi, eso es importante porque pienso que es parte de la evolución que necesitamos. Realmente Bengala se ha convertido como en un laboratorio de investigación. Siempre estamos tratando de innovar cosas y, es por eso que dicen, en Venezuela, que rompemos esquemas... Ya hay una diversidad, antes no la había. Ahora sí hay muchas cosas distintas que ver...
¿Cómo ves el teatro de títeres y el teatro infantil en comparación con el teatro de adulto?
Es una cadena. En la cúspide está el teatro de adultos, le sigue el teatro infantil, continúan el teatro de títeres, sigue la narración oral y de último están los mimos y los magos. Ahora está ocurriendo algo interesante, se está generando un movimiento, sobre todo en el interior del país; lo que en la capital (Caracas) llaman provincia, unos estilos de trabajo impresionantes. Son pocos conocidos, pero el teatro infantil del interior del interior se está dando cuenta que puede ser revolucionario si fuciona el títere, con la narración oral, la magia... con toda manifestación, como hemos estado haciendo en Bengala.
(...)
(1) Tilingo es la institución pionera del teatro infantil en Venezuela. Celebró el 35 aniversario en abril de 2002. (N.E.)
* Los fragmentos de esta entrevista fueron tomados de OLLANTAY theater magazine. Volumen X, Number 19. Special Issue Venezuelan Theater.
4 comentarios
luz -
Alina Franco -
Un lector -
Bruno Mateo -
En la historia del teatro venezolano se pueden conseguir datos exactos con respecto al tema, lo que echaría por el suelo las afirmaciones tajantes del ciudadano Roblan Piñero.
Me parece que estas actitudes un poco prepotentes y relativamente verdaderas no ayudan al gremio teatral infantil.