DE CÓMO LLEGARON LOS TÍTERES a poblar el último rincón del mundo
Esta recopilación es una contribución de la Compañía Payasíteres (Chile) al conocimiento de la cultura popular y a nuestras raíces titiritescas en particular.
La mayoría de esta información es parte de una investigación particular inédita y que ofrecemos de manera gratuita a todos quienes puedan estar interesados en el tema.
SERGIO HERSKOVITS Y ELENA ZÚÑIGA
Introducción
La mayoría de los textos que se refieren a la historia del arte dramático en general o de los títeres en particular, caen en los mismos lugares comunes y definiciones gastadas. Muy pocas veces encontramos preguntas nuevas con respuestas diferentes.
La idea de este texto y los capítulos que lo prosiguen, es formular preguntas distintas a los mismos temas, a la vez de tratar de encontrar a esas interrogantes respuestas diferentes -que aunque no definitivas- al menos sean una alternativa para que el lector reflexione, o simplemente para ser debatidas o rebatidas.
La historia de los títeres en Chile es casi igual a la de nuestros vecinos latinoamericanos, pero tiene anécdotas que la hacen particularmente diferente. En estos tiempos de globalización en que lo general arrasa con lo particular y que los pueblos pierden lo maravilloso de su particularidad, al encararse con lo grosero de lo global, pareciera una tontera razonar sobre esas singularidades que nos hacen apenas diferentes unos de otros, pero que esas mínimas variantes son las que justamente nos unen. Diferencias que nos igualan mucho más que una uniformidad que nos puede hacer horriblemente parecidos.
De cualquier modo, lo que presento a continuación no se trata de un análisis exhaustivo y definitivo de lo que son los muñecos, de la historia de los títeres, ni mucho menos de lo que significan y significarán en el futuro, pero sí es una tentativa de entregar un material que a lo largo de mucho tiempo he recopilado con esfuerzo y dedicación.
En todo caso no es una entrega gratuita.
Junto al material van algunas especulaciones personales que -equivocadas o no- nacen de las reflexiones originadas por el material encontrado.
¿Cómo y cuándo nacen los títeres?
En la mayoría de los textos especializados en la historia de los títeres, encontramos lugares geográficos definidos y fechas precisas, aunque a veces disímiles y contradictorios entre un autor y otro. Es que el arte en general no tiene fechas, tiempos o lugares determinados. Menos los títeres que desde siempre han sido un arte popular que los medios oficiales y tradicional no registraron o no quisieron registrar. Primero: porque el rasgo que mejor caracteriza a los titiriteros es la capacidad para la improvisación oral en desmedro de la dramatización escrita; en segundo término, por que siempre fueron disidentes a lo oficial y establecido, y por último; a causa de la precariedad en los materiales con que se confeccionaban (y se confeccionan) los muñecos. Difícilmente su trascendencia se prolongará más allá del período necesario que requiere el titiritero para contar el cuento que protagoniza el personaje.
Adivinar el momento en que nacen los títeres es tan difícil e inútil como responder en que momento y en qué lugar nace la música o la pintura. Toda expresión artística es inherente al ser humano. Se manifiesta espontáneamente y se va desarrollando inexorablemente con el transcurso de los años... o de los siglos para ser mas exactos. Es inútil buscar en la historia al primer actor, al primer pintor, escultor, bailarín o músico. Sólo las leyendas pueden dar respuesta a estas interrogantes, pero no dejan de ser leyendas. Y si lográramos descubrir al primer artista o al primer titiritero de la humanidad ¿Para qué nos serviría? ¿Y para que le serviría al primer titiritero que lo descubriéramos?
Podemos responder con meridiana precisión cuando se inicia el cine, la música grabada o la televisión, incluso se puede precisar el inicio de la literatura escrita si nos referimos a su génesis desde la invención de la escritura, pero buscar la cuna de las representaciones dramáticas es inútil e infructuoso, pues su desarrollo es tan lento como la historia misma del ser humano
Fácil es comprender que la música se inicia cuando el hombre imita los ruidos que escuchaba a su alrededor y los reproduce y la pintura comienza cuando los cavernícolas tiñen los muros de las cavernas para representar escenas de cacería. Por supuesto que los resultados de ambas manifestaciones están lejanas de lo que ahora conocemos como arte pictórico o conciertos de música, pero es innegable al menos que en las cavernas es donde el hombre primitivo se inicia como artista.
Tal vez la mejor respuesta a cómo se inician las diversas manifestaciones artísticas la dio Platón en el conocido Mito de las Cavernas cuando nos relata: ...el hombre descubrió su sombra al interponer su cuerpo entre el resplandor del fuego y las paredes de las cavernas donde habitaba. Para él fue como un acto de magia; su sombra se movía si él se movía, alzaba los brazos si él los alzaba, danzaba si él danzaba y se quedaba quieto si él lo hacía. Entonces el hombre de las cavernas comenzó a jugar y a expresarse con su sombra y es allí donde nace el teatro, la danza y los títeres de sombra, la magia, la imaginación, los sueños y la fantasía.
Ahora, pretender encontrar esa cueva, es imposible
Para determinar cuando se inician las representaciones con títeres, también es necesario remitirse a la prehistoria del hombre. Cuando la necesidad de representar a los dioses, el temor a lo desconocido y la superstición, o simplemente el anhelo de diversión, llevan a las distintas culturas a inventar figurillas representativas que al ser manipuladas, adquieren un carácter propio.
Las estanterías de los museos del mundo están llenas de figuras antropomorfas o zoomorfas, construidas con distintos materiales: terracota, piedra, marfil, madera, o metal, que no son vasijas o instrumentos que hubiesen prestado a sus propietarios una utilidad reconocida.
Estas estatuillas son consideradas muchas veces ídolos religiosos, juguetes, u ornamentaciones, pero que si razonamos sobre su origen, seguramente encontraremos que tienen una directa relación con los títeres, ya que por su tamaño y forma podríamos descartar una significación religiosa.
Menos podrían tener un fin ornamental, teniendo en cuenta que la vida de nuestros pueblos originarios se desarrollaba principalmente al aire libre y que las cavernas y chozas apenas eran un refugio temporal para las inclemencias del tiempo.
También se descartan como juguetes, puesto que la única entretención de los pequeños era imitar a los adultos en las guerras y en la cacería, preparándose para una vida rigurosa.
Una explicación que nos va quedando, es que estas efigies, -aunque no tengan articulaciones o movilidad en ninguna de sus partes- podrían haber sido ocupadas para representar a personajes de narraciones o cuentos que se transmitían de generación en generación y de lugar en lugar.
Si estas figuras fueron usadas para graficar una historia o para contar un cuento y el narrador le imprimía algún tipo de movimiento, pues estamos frente a un títere hecho y derecho.
Próxima entrega:
Capítulo II.: Títeres prehispánicos
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