Tres apropiaciones de la herencia
Por: Vivian Martínez Tabares
Fuente: El foro de occidente [Boletín electrónico]. Año 2, N° 7.- -Guanare, 18 de noviembre, 2004.
De entre las opciones de teatro para niños que incluye la programación del Festival, comparto mis impresiones sobre dos llegadas del interior del país, las que presentaron Puerto Teatro, de Puerto La Cruz, y Acción Creativa, de Maracaibo, Zulia.
El rey que no creía en los cuentos de hadas, escrito y dirigido por Nelly Villegas, muestra la capacidad de un grupo, integrado en su mayoría por jóvenes, de incursionar, junto a la actuación, en diversas técnicas de manipulación, como los títeres de guante y varilla, y el manejo de los zancos, lo que enriquece las posibilidades visuales y los planos de la representación. La puesta adolece de una más depurada dramaturgia entendida como organización de la acción-, en términos de precisar los objetivos y el punto de vista, ya que, si bien la dualidad o el desdoblamiento de una figura como el Rey puede contribuir a aguzar la mirada del niño al exponer la convencionalidad del teatro, no resulta claro a dónde se dirige la propuesta, en tanto al inicio parece tratase de un Rey narrador y de otro actor, y más tarde los personajes se transforman en el Rey y su ego, una noción compleja para el público infantil y que desdibuja el aparente planteo inicial, en torno a la necesidad de defender un espacio para la fantasía y la imaginación.
Con Kai y Kashi, de José Antonio García y Sergio Arria, una de sus directores, Doris Chávez (que comparte funciones con José Antonio García) declara no pretender rescatar el legado cultural de nuestros antepasados, sino mirarlo desde el presente. Y una lectura inteligente y juguetona es la que consigue el colectivo maracucho al saber integrar tradición y contemporaneidad, no desde la antropología sino desde la aproximación creadora, que se vale tanto de la revisión como de la observación vivencial de una expresión transculturada, híbrida, mestiza. El componente lúdicro es uno de los aciertos, desde la conformación del espacio circular que recrea un elemento de la cosmovisión indígena y favorece involucrar a los espectadores de un modo más activo, y la incorporación de técnicas diversas, que incluyen la música y la fiesta popular. Falla a mi juicio la programación en un espacio nocturno, que limitó para muchos niños el disfrute de un montaje especialmente pensado para ellos.
(...)
Y aunque una de las opciones del teatro es construir, desde el escenario, una dramaturgia de la representación en la que el texto sea un elemento más, y existe un teatro de autor en el que el director es responsable absoluto de ese discurso, como ya hice en el foro, llamo la atención sobre la conveniencia de compartir tareas me refiero a dividir en lo posible las de dramaturgo y director, sobre todo en grupos emergentes- en aras de favorecer las miradas múltiples, que propician distintos ángulos y contribuciones creativas, para preservar esa condición sintética y colectiva que es esencial al teatro.
Fuente: El foro de occidente [Boletín electrónico]. Año 2, N° 7.- -Guanare, 18 de noviembre, 2004.
De entre las opciones de teatro para niños que incluye la programación del Festival, comparto mis impresiones sobre dos llegadas del interior del país, las que presentaron Puerto Teatro, de Puerto La Cruz, y Acción Creativa, de Maracaibo, Zulia.
El rey que no creía en los cuentos de hadas, escrito y dirigido por Nelly Villegas, muestra la capacidad de un grupo, integrado en su mayoría por jóvenes, de incursionar, junto a la actuación, en diversas técnicas de manipulación, como los títeres de guante y varilla, y el manejo de los zancos, lo que enriquece las posibilidades visuales y los planos de la representación. La puesta adolece de una más depurada dramaturgia entendida como organización de la acción-, en términos de precisar los objetivos y el punto de vista, ya que, si bien la dualidad o el desdoblamiento de una figura como el Rey puede contribuir a aguzar la mirada del niño al exponer la convencionalidad del teatro, no resulta claro a dónde se dirige la propuesta, en tanto al inicio parece tratase de un Rey narrador y de otro actor, y más tarde los personajes se transforman en el Rey y su ego, una noción compleja para el público infantil y que desdibuja el aparente planteo inicial, en torno a la necesidad de defender un espacio para la fantasía y la imaginación.
Con Kai y Kashi, de José Antonio García y Sergio Arria, una de sus directores, Doris Chávez (que comparte funciones con José Antonio García) declara no pretender rescatar el legado cultural de nuestros antepasados, sino mirarlo desde el presente. Y una lectura inteligente y juguetona es la que consigue el colectivo maracucho al saber integrar tradición y contemporaneidad, no desde la antropología sino desde la aproximación creadora, que se vale tanto de la revisión como de la observación vivencial de una expresión transculturada, híbrida, mestiza. El componente lúdicro es uno de los aciertos, desde la conformación del espacio circular que recrea un elemento de la cosmovisión indígena y favorece involucrar a los espectadores de un modo más activo, y la incorporación de técnicas diversas, que incluyen la música y la fiesta popular. Falla a mi juicio la programación en un espacio nocturno, que limitó para muchos niños el disfrute de un montaje especialmente pensado para ellos.
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Y aunque una de las opciones del teatro es construir, desde el escenario, una dramaturgia de la representación en la que el texto sea un elemento más, y existe un teatro de autor en el que el director es responsable absoluto de ese discurso, como ya hice en el foro, llamo la atención sobre la conveniencia de compartir tareas me refiero a dividir en lo posible las de dramaturgo y director, sobre todo en grupos emergentes- en aras de favorecer las miradas múltiples, que propician distintos ángulos y contribuciones creativas, para preservar esa condición sintética y colectiva que es esencial al teatro.
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