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TEATRIN VIAJERO

Texto-Teatro

LAS BODAS DE MIAU®

LAS BODAS DE MIAU®

por Bruno Mateo

(Inspirada en el mito griego de la Discordia)

Lo que un escritor de verdad debe hacer es atrapar dragones y disfrazarlos de liebres.Roberto Bolaños (escritor chileno. 1953-2003).


Personajes:

Acuario. Ama de llaves del Gatolimpo. Gata gorda y de tez blanca.
Afrodita. Gata negra. Diosa del Gatolimpo.
Hera: Hermana de Afrodita. Diosa del Gatolimpo.
Atenea. Diosa hermana de Afrodita y Hera.
Zeus. Dios de los Dioses. Preside al Gatolimpo.
Hermes. Gato negro y guapo. Hijo de Zeus y hermano de Hera, Atenea y Afrodita.
Apolo. Dios del Gatolimpo. Enamorado de Afrodita.
Pavo Real. Ave fantástica, habitante del Gatolimpo. Amigo fiel de Discordia.
Plumas. Plumas del pavo real.
Discordia. Gata, habitante del Gatolimpo. Enemiga de la familia de Zeus.
Coéforas. Seres infernales. Enemigas de Apolo.


ACTO I.
La urdimbre del Gatolimpo

(Es una madrugada demasiada iluminada como para creer que la Luna es la responsable. Es tiempo de dioses y héroes. Aparece Acuario presurosa al centro de la plaza, una gata angora blanca, gorda, de esas que provoca abrazarla. Maúlla. Reclama la presencia de alguien. Atrás, casi en penumbras, escondidas de miradas impertinentes, hay tres gatas negras, muy delgadas, tendidas sobre pedazos de columnatas. La gata gorda y blanca evidencia su molestia. Mira para un lado y el otro hasta que logra divisar a las tres gatas).

Acuario. Con que allí están. ¡Gatas bandidas! ¿No oyen que las llamo?

Afrodita. ¿Cuál es el escándalo, odiosa Acuario?

Acuario. Si no lo recuerdan, hoy se celebran las bodas de Miau y ustedes tres son las madrinas.

Atenea ¡Ya lo sé!

Acuario. Tu todo lo sabes Atenea, pero no veo que muevas las patas. Miren la hora que es y aún faltan detalles.

Hera. Estás vieja, Acuario.

Acuario. Mira, muchachita. Mejor se bajan de allí y entran a Palacio.

Las tres. ¡Miau!

Acuario. ¡Ahora!

Atenea. No pienso bajarme de aquí.

Hera. Estamos muy cómodas.

Afrodita. ¿No ves que necesito los últimos rayos de la Luna a quien llaman Selene para conservarme hermosa?

Acuario. Tengo tanto que hacer y no voy a perder mi tiempo con tres gatas fastidiosas, maleducadas, melindrosas.

Atenea. Mejor te vas.

Acuario. Pareciera que no me quisieran. ¡Claro! Como ya estoy vieja.

Hera. Acuario, no vayas a empezar.

Acuario. Sólo soy una gata vieja.

Hera. Pero, ¡qué fastidio!

Acuario. Un día su padre Zeus, seguro me arrojará a la Tierra de los humanos

Hera. ¡No puede ser!

Acuario. ¡Qué espantoso final para una gata como yo! ¿Qué será de mí? Maullando para que esos infelices me arrojen sus sobras.

Afrodita. Por favor…

Acuario. ¿Rodeada de hombres y mujeres que se pelean todos los días por estupideces? ¿Sabían que ellos maltratan a los gatos?

Atenea. Eso es una exageración de Acuario.

Acuario. Pues así es.

Afrodita. No te creo.

Acuario. No se confíen de los humanos. Ellos arreglan sus cosas con violencia. Nunca viven en paz.

Afrodita. Pero no deben ser todos.

Acuario. ¿Qué más se puede esperar de los pobres? Son humanos.

Afrodita. No sé.

Acuario. No quiero vivir en ese mundo. Parecen animales salvajes.

Hera. Pero tal vez, puedan cambiar.

Acuario. Ellos mataron a mis padres.

Afrodita. ¡Qué horror!

Acuario. Ustedes no me quieren si permiten que su Padre se enoje conmigo y me lance a esa vorágine de sufrimientos.

Atenea. No digas eso.

Afrodita. Ni lo pienses.

Hera. Nosotras haremos lo que dices.

Afrodita. ¿Qué haríamos sin ti? Nosotras te queremos, ¿verdad, muchachas?

Acuario. ¿Lo dicen en serio? ¿Tú me quieres, Hera?

Hera. No seas ridícula Acuario

Atenea. ¡Hera!

Hera. ¡Sí te quiero!

Acuario. ¿Tú me quieres, Afrodita?

Afrodita. ¡Sí!

Acuario. ¿Tú me quieres, Atenea?

Atenea. ¡Sí!

Acuario. Júrenlo.

Las tres. Por los bigotes del abuelo Cronos. ¡Sí te queremos!

Acuario. Entonces, muevan esas lindas colitas y vístanse. No hagan que su Padre se moleste conmigo. (Están Zeus y Hermes. El primero es una gran cara gatuna de color dorado, sin cuerpo alguno, que flota según el ritmo de sus palabras. Hermes, el Dios de las comunicaciones, es un gato negro con cuerpo fornido).

Zeus. Escucha bien lo que te diré. No quiero que haya ningún error en las bodas de Miau. ¿Me entiendes? ¡Ni un solo error!

Hermes. Si su majestad.

Zeus. Te ordeno que entregues estas invitaciones a todos en Gatolimpo

Hermes. ¿Alguna otra orden, Padre Zeus?

Zeus. De hecho sí. Las invitaciones deberán ser entregadas personalmente y que no comenten nada acerca de las bodas en especial a Discordia.

Hermes. ¿Por qué? ¿Hizo algo malo?

Zeus. No ha hecho nada.

Hermes. Dígame qué hizo la infeliz.

Zeus. Aleja tus malas intenciones. Discordia no ha hecho nada y eso es lo que deseo evitar.

Hermes. Yo sabía que se iba a comer los pasapalos. No me diga que se llevó las flechas de Atenea. Yo se lo dije, pero como no hace caso. ¡Pobrecita! Ella es así. Me dijeron que la otra vez...

Zeus. ¡Cállate! No deseo que las bodas se dañen. ¡Es todo! Yo la quiero; sin embargo, ella es muy... ¡Bueno! Todos sabemos como es. ¿Tú le has dicho algo?

Hermes. ¿Yo? ¡Jamás!

Zeus. Entonces vuela como el parpadeo del tiempo y diles que esta noche se vengan preparados para disfrutar, bailar, comer, retozar, maullar a la luna. Por favor, que no le digan a Discordia nada acerca de las bodas. ¡Vuela! No te distraigas con nada. ¿De acuerdo?

Hermes. Padre Zeus, deje todo en mis patas. Yo soy un gato veloz y muy discreto.

Zeus. Lo de veloz, sí. Lo de discreto...después hablamos.

Hermes. ¿Está desconfiando de Hermes, el mensajero del Gatolimpo?

Zeus. Termina de irte. (Lo sopla y desaparece en el cielo). Espero que este hijo mío sepa hacer lo que le encomendé. Es mi hijo, pero debo reconocer que es tan torpe.

(Se va. Mientras tanto, en una casa campesina, se encuentra Paris, joven humano, está sentado en el dintel de su puerta, mira obnubilado hacia la Luna).

Paris. ¡Oh, Diosa del Cielo! ¿Cuándo encontraré a alguien que logre calmar estos impulsos? Acaso es el Destino de los hombres nacer y morir solos. Estoy cansado de vaciar este río en los estériles campos. En estas noches tan hermosas, llenas de tu presencia, deben estar las bellas Ninfas del bosque bebiendo el rocío de los capullos a orillas del río ¡Deben ser tan suaves! Mi cuerpo está lleno de calor y sin embargo, la atmósfera es fría. ¿Dónde podré sembrar mi hombría? Necesito apaciguar este fuego. Reclamo a alguien que sienta mi fuerza sobre su piel. ¡Afrodita, diosa del amor y la belleza! Aléjate de mí. Siento que la vida se me escapa en este instante. Si es el destino estar solo, conviérteme en algún animal que deambule por entre los verdores de lo desconocido. Deseo ver aguas lejanas. Que soplen vientos de otras tierras sobre mi rostro húmedo por las lágrimas de mi desolación. Que las huellas de mis pasos no queden dibujadas sobre las arenas de ningún mar. ¡Oh, Afrodita! Déjame morir si no encuentro el ardor de otro cuerpo. (La Diosa Afrodita y sus hermanas lo observan desde palacio, las tres gatas negras y delgadas, suspiran).

Hera. ¡Qué amor!

Afrodita. Tenemos que conocer a ese joven.

Atenea. Terminemos de vestirnos y dejemos a los mortales en sus cosas. (Desaparece la imagen de Paris).

Afrodita. Se me ha ocurrido algo.

Atenea. Afrodita. ¿Qué estás pensando?

Hera. Me fascina cuando pones esa cara.

Afrodita. Precisamente, hermana. Es algo estrafalario, ¿saben? Y un poco riesgoso.

Atenea. Mira, que la curiosidad mató al gato.

Hera. Pero no a las gatas.

Afrodita. Acabo de ver y oír a ese joven hombre y algo en mí se ardió.

Atenea. Pero es que debemos arreglarnos para esta noche.

Afrodita. Yo estaba pensando en bajar a la Tierra y cerciorarnos de sus intenciones.

Hera. Atenea, tú siempre con tus deberes.

Afrodita. Eso sólo nos tomará un momento. Además que falta bastante para la noche. Pero, eso sí, no podremos decirle quiénes somos.

Atenea. Y ¿qué propones?

Afrodita. Ya verán. ¿Lo hacemos?

Hera. Yo sí.

Atenea. Está bien. Lo hago por no separarme de ustedes. Aunque creo que esto no es correcto.

Afrodita. Entonces a la Tierra. (Salen)

(El lugar es un espacio que nos da la sensación de vacuidad. Hay un gran árbol lleno de mangos, la gata Acuario recoge las frutas. Flota en el aire una pluma arco iris).

Acuario. ¡Justo ahora! Tanto que hacer y yo con estas frutas. Todo está listo, las Sirenas están avisadas, la comida está servida y ¿el vestido de...? ¡No! ¿Cómo es que se llaman estas frutas? Huelen divinas y tienen unos colores (Aparece la gata Discordia)

Discordia. ¡La gorda Acuario! Cuántos siglos que no te veo. ¿Sigues de esclava del idiota... ¡Perdón!... del Dios Zeus, Señor de los gatos?

Acuario. Nunca pensé en oír tu desagradable maullido en este lugar vacío.

Discordia. Precisamente, ¿qué haces en esta soledad?

Acuario. No es tu asunto, Discordia.

Discordia. ¡Cálmate!

Acuario. Me voy.

Discordia. ¿Qué son esas bolas? (Intenta tocarlas, pero el árbol la repele) ¡Ay! Me quemó.

Árbol. Sólo el Dios Zeus y la gente buena pueden tocarme.

Discordia. Primera vez que las veo. ¿Qué son? Parecen soles pequeños. Ya sé. Un nuevo invento de ese gato viejo y loco. Ese Gato no hace más que estorbar. ¿No te parece?

Acuario. ¡No!. Te equivocas, como siempre. Estos...Estos... ¿Cómo es que se llaman? Son un regalo... ¡Mangos! ¡Sí! ¡Mangos! Estos mangos son un regalo para él.

Discordia. ¿Quién se los obsequia? ¿Se pueden comer?

Acuario. Se los trajeron de la India. Son unas frutas especiales, sólo pueden ser comidas por los Dioses del Gatolimpo. ¿Verdad árbol?

Árbol. Así es. Tu no puedes Discordia hasta que tu corazón duro se vuelva dulce como la miel. Tú no puedes.

Acuario. No sé por qué te digo estas cosas. No tengo tiempo de conversar contigo, Discordia, además de que no me apetece hacerlo. Es tarde y tengo que hacer mucho para esta noche.

Discordia. Me imagino que hay tantas cosas qué hacer. Pero dime una cosa, qué hacen los... ¿Cómo es que se llaman? ¿Qué hacen estas frutas?... ¿Ves? Hasta el nombre se me olvidó.

Acuario. Mejor que no sepas nada.

Discordia. ¿Cómo se encuentran las necias, es decir, las consentidas de Gatolimpo?

Acuario. Si te refieres a las hijas de Zeus, ellas están bien. Esta noche se verán deslumbrantes.

Discordia. ¿Por qué esta noche? ¿Tienen alguna cita especial?

Acuario. (Aparte) Será mejor que no le cuente nada a Discordia. (A Discordia) ¿Esta noche? ¡No! Lo de siempre en Palacio. Música, bailes, pescado, leche...Nos vemos en otro momento. (Sale).

Discordia. Aquí pasa algo y me lo quieren ocultar. Tengo que investigar. (Discordia toma algunos mangos del suelo) ¡Ay! Estas cosas me queman, pero no me importa tengo que descubrir que se trae entre manos estos gatos. Ustedes me servirán para lo que deseo. (Llama a Plumas) ¡Plumas! (Se acerca la pluma arco iris) Dile a tu dueño que investigue sobre lo que acabas de ver.

Árbol: ¿Qué pretendes hacer Discordia?

Discordia: ¡Nada malo!

Árbol: No te creo, devuélveme mis mangos.

Discordia: ¿Qué quieres que te diga? ¡Pues no! Así me quemen las manos. Adiós.

Paris. (En la Tierra) Parece que va a llover. De pronto el cielo, se puso gris. Tomen un poco de leche. Buscaré algo para darles de comer. Se ve que Ustedes son unas gatas bien cuidadas.

Afrodita. Les dije que era una exageración. Acuario se equivocó.

Hera. Si, pero ahora hay que irse.

Afrodita. Algún día cumpliré su deseo de encontrar a alguien hermoso.

Atenea. Será mejor que nos larguemos de aquí.(Se escuchan truenos en el cielo)

Hera. Ese trueno es de Zeus. Debe haber notado nuestra ausencia.

Afrodita. Creo que tienen razón. Es mejor irse para Gatolimpo. (Se van).

Paris. (Entra) Sólo les pude conseguir algo de pescado. ¡Gatas! ¡Gatas! Se fueron. Está bien. Seguro tienen dueños. Otra vez me quedé solo.

(En otro lugar, Hermes está hablando con un pavo real. La cola cubierta de infinidad de ojos vivos, cada uno de ellos funciona independiente de su dueño. Las plumas se separan y vuelven al cuerpo del pavo real a discreción. El animal es un verdadero espectáculo caleidoscópico de colores y voces. Las luces de la cola brillan por el espacio. Sólo en un mundo fantástico de tiempo inamovible, como es el Gatolimpo, sucede algo tan maravilloso.).

Hermes. Te agradezco el dulce. Estuvo delicioso.

Pavo real. Es un verdadero placer halagar al gran mensajero de Gatolimpo.

Plumas. ¡Hermes! ¡Hermes!.

Hermes. Gracias, gracias, gracias. Pero, ahora debo irme.

Pavo real. Y adónde va tan apresurado.

Hermes. A arreglar algunos detalles.

Pavo real. La otra noche, vi a sus hermanas. Siempre tan lindas.

Hermes. Debo irme.

Plumas. ¿Quiere más dulce? Tal vez un poco de leche. Hemos hecho una torta digna de Dioses.

Pavo real. Por favor, acepte un pedazo. Mire que es de una fruta exótica.

Hermes. Es que tengo que avisarles a todos. ¡Debo irme! No tengo tiempo.

Pavo real. ¿Tiempo? ¿Qué es el tiempo para Usted?

Plumas. Por un momento no dejará de hacer lo que tiene que hacer. Usted es veloz, inteligente y hermoso, por algo es el mensajero del Gatolimpo.

Hermes. En eso coinciden con mi opinión.

Pavo real. No lo piense tanto. ¡Quédese! Conversaremos y ya.

Plumas. ¡Si! ¡Sí! ¡Sí!. No siempre recibimos la visita del maravilloso Hermes.

Pavo real. Además de que tengo que contarle algunos detalles del Gatolimpo.

Hermes. Sólo un rato. No más un rato. (Después de arrellanarse) Y bien, ¿dónde está lo que me ofrecieron?

Pavo real. A sus órdenes. (A las plumas) Chicas, tráiganle un buen trozo de pastel de mango.

Hermes. ¿Mango? Mi preferido. ¿Cómo lo consiguieron? Ustedes no deben comerlo. Sólo algunos tenemos ese privilegio.

Pavo real. No se moleste por eso, ya lo sabíamos, precisamente lo hemos traído de las plácidas lejanías de la India para Usted, en realidad, no hemos sido nosotros, la fruta fue un regalo de Discordia. Ella nos la trajo junto con otras cosas más. (Hacia las plumas) ¡Muchachas! No olviden la leche que nos regalaron.

Hermes. ¿Me dijiste que fue Discordia que te obsequió tan rico manjar?

Pavo real. ¡Sí! Así fue. ¡Por supuesto! Yo sé lo que se dice de ella en Gatolimpo, pero le puedo asegurar que es alguien muy especial. (Aparecen las plumas con el pastel y la leche, una música de viento se mezcla con el diálogo).

Plumas. Discúlpenos la tardanza. Pero es que estamos felices de poder servirle.

Pavo real. Discordia, en mi humilde opinión, es sólo víctima de las murmuraciones.

Hermes. Pero Zeus no piensa lo mismo (Discordia observa a través de una bola mágica la conversación desde otro lugar invisible a los ojos de Hermes).

Discordia. ¡Ya te tengo! No puedes mantener la boca cerrada, gato tonto. Anda, pájaro estúpido, manipula al ingenuo de Hermes y obtén toda la información que necesito. Así se hace mi querido pavo real. Sabía que pasaba algo. Quiero conocer la verdad. A Discordia no se le puede ocultar nada. Ni siquiera Zeus el Gato de los Gatos tiene ese poder. (La imagen se difumina).

Hermes. Es un placer comer esta fruta.

Pavo real. Si Usted lo dice, así será.

Hermes. Deseo más leche.

Pavo real. No faltaba más.

Las plumas. Y Usted quería irse sin probarlo.

Hermes. Es que tengo órdenes que cumplir.

Plumas. ¿Más leche? (Hermes señala que sí).

Hermes. Es una maravilla, la leche es un regalo de la Naturaleza.

Pavo real. Tome todo la que quiera. Discordia es muy generosa y nos obsequió bastante. Hermes. ¡De verdad! Creo que Zeus exagera y no veo las razones por la que no desea....

Pavo real. ¿Sí?

Hermes. Nada.

Pavo real. Creo que hace falta música y otras cosas más divertidas. (Hace un sonido con su voz y aparece una tortuga, de su caparazón sale una boquilla y humo. El pavo real se lo ofrece al gato Hermes y éste inhala gustoso) .Muchachos, díganle a las Sirenas que vengan a cantarle a Hermes, el mensajero del Gatolimpo. Yo le sirvo más. ¿Me decía que su Padre no quería que Discordia...?

Hermes. Zeus me prohibió que dijera algo. Me siento mucho mejor. Además cómo te atreves a interrogarme.

Pavo real. No fue mi intención, su excelencia.

Hermes. Que nunca se te olvide tu puesto.

Plumas. Las Sirenas están aquí.

Hermes. Entonces que canten y así se preparan para esta noche.

Pavo real. Beba un poco más de vino.

Las plumas. Hermes es nuestro Dios favorito. Es rápido. Es inteligente. Es apuesto. ¿Verdad que tiene unos ojos lindos?

Pavo real. Por favor, déjenlo en paz.

Hermes. Deja que unas niñas tan lindas halaguen al gato más apuesto del Gatolimpo. (Al inhalar) La estoy pasando muy bien.

Las plumas. ¡Más leche! Con su permiso, ¿podría levantarse para deleitarnos con su presencia?

Pavo real. Les ruego que no molesten.

Plumas. Es que nunca recibimos una visita tan de otro mundo.

Hermes. ¡Yo decido! Lo hago para complacer a las multitudes que me reclaman.

Las plumas. Usted es hermoso. Su piel es oscura como una noche y brillante como la luz reflejada en las aguas de

Gatolimpo. ¿Me permite tocarle los brazos?

Pavo real. Dejen al maravilloso Hermes tranquilo. Recuerden que debe hacer el mandado de su Padre. El siempre hace lo que Zeus le ordena.

Hermes. Mi Padre no me da órdenes. Aún tengo tiempo. ¡Toquen! ¡Toquen!.

Las plumas. Bebamos más para alegrarnos. Usted es perfecto.

Hermes. Eso lo sé. Digan algo más original. Y tú, tarado, no vuelvas a importunar el momento, a menos que quieras ser servido en la mesa del cíclope.

Pavo real. No se enoje. (Sirviendo más vino en la copa) Lo dije sólo para recodarle las órdenes de su Padre.

Las plumas. Bailaremos para Hermes. Será un honor. (Las Sirenas cantan y las plumas bailotean por todo el espacio).

Hermes. Zeus, ese gato loco, está equivocado. Discordia no puede ser tan mala si ha conseguido unas frutas y un vino tan divinos.

Pavo real. Eso mismo pienso yo. ¿Qué será lo que el Gato de los Gatos cree de ella?

Hermes. Nada importante. Mi Padre está viejo, no sabe lo que dice. Imagínese, que no desea que Discordia asista a las bodas de Miau.

Las plumas. No puede ser.

Pavo real. Ustedes sigan bailando. ¿Y eso por qué? Si se puede saber.

Hermes. No sé. Sólo me ha dicho que entregue estas invitaciones a todo el Gatolimpo menos a Discordia y que no digan nada. Esas Sirenas cantan maravilloso. ¡Sigan! ¡Sigan! Bailen para Hermes.

Pavo real. Es decir, que no la invitarán.

Hermes. Pero lo acabo de decir. Quiero más vino. Bailen y canten como si fuera la última ocasión que lo hará.

Pavo real. Pero, ¿por qué?

Hermes. No sé. Tal vez, la aborrece. ¿No oyes? Zeus no invitará a Discordia a las bodas de Miau. (Se desaparece la escena.)

Discordia. ¡Estúpido Gato! Te atreves a no invitarme para las Bodas de Miau. Ya verás. Juro por las fuerzas de lo oscuro que me las pagarás. ¡Coéforas! ¡Coéforas! Yo la Discordia del Gatolimpo las invoco. Vengan a mi presencia. (Comienza a cambiar el ambiente, se hace más oscuro y se escuchan sonidos de ultratumba, humo, risas histéricas. Aparecen las Coéforas).

Coéforas. ¿Quién nos llama?

Discordia. Tienen que ayudarme.

Coéforas. ¡Ah! Eres tu Discordia. Mira chica qué quieres, estábamos viendo televisión.

Discordia. Necesito su ayuda. Quiero separar a las gatas Atenea, Hera y Afrodita, para poder vencer a Zeus

Coéfora 1. ¿Qué obtendremos a cambio?

Discordia. Mi lealtad.

Coéfora 2. ¿Tan poquito? Nosotras no confiamos en gatas como tú.

Discordia. Hagamos un trato, pidan y las complaceré.

Coéfora 1. Lo que nos pides es peligroso y podemos perjudicarnos.

Coéfora 2. Los Dioses del Gatolimpo son implacables con los traidores.

Discordia. ¿Les tienen miedo? Yo pensé que las Coéforas eran más valientes.

Coéfora 2. No tenemos miedo. Pero no vemos en que nos puede beneficiar tu venganza contra Zeus.

Coéfora 1. Además de que sería estúpido buscar una batalla contra él y sus hijos, sin ninguna ganancia.

Discordia. Si me ayudan en mi plan. Les prometo vengarse de Apolo.

Coéfora 3. Siempre hemos querido vengarnos de ese gato idiota.

Discordia. Entonces, ayúdenme y luego, pensamos como destruir al gato Apolo. (Se apartan)

Coéfora 3. Lo que nos propone es peligroso.

Coéfora 2. Recuerden lo que nos hizo Atenea.

Coéfora 3. Ella y Apolo liberaron a Orestes.

Coéfora 1. Por eso es que debemos ayudar a esta gata y luego…

Coéfora 3. ¿Qué?

Coéfora 1. La destruimos.

Coéfora 2. Eso me gusta.

Discordia. Entonces a qué acuerdo llegaron.

Coéfora 1. Te ayudaremos.

Coéfora 2. ¿Qué deseas que hagamos?

Discordia. Por todo el Gatolimpo es conocido que las Coéforas tienen poderes infernales.

Coéfora 2. Así es. Lo heredamos de mamá.

Coéfora 1. Tan buena la vieja.

Coéfora 2. Nos enseñó a comer sapos vivos.

Coéfora 1. Y a despellejar a los Gatos.

Coéfora 3. Por cierto tengo hambre.

Coéfora 2. En la nevera dejé algunos gusanos. ¡Tráelos!

Discordia. ¡Miau!. Se me eriza la piel.

Coéfora 2. Tenemos tantos recuerdos hermosos de mamá. Me dan ganas de llorar.

Discordia. Olviden eso y concentrémonos en mi plan. Yo quiero que ustedes hagan un conjuro sobre este mango...

Coéforas. ¿Dónde lo conseguiste?

Discordia. En el mismo lugar de donde conseguiré la manera para su venganza contra el gato Apolo.

Coéfora 1. Me gusta tu estilo. (Entra coéfora 3 con los gusanos) ¿Quieres uno?

Discordia. (Lo rechaza). Los gatos comemos pescado. El asunto es que quiero que las tres hermosas hijas de Zeus, Afrodita, Hera y Atenea se separen. Esas gatas deben convertirse en enemigas. Juntas son fuertes, pero separadas no son nada.

Coéfora 2. Ellas son bastante unidas. Además son muy poderosas. (Come)

Coéfora 1. Será difícil lo que le pides.

Coéfora 3. Te quedaron divinos (Muerde un gusano)

Discordia. Ustedes sólo hagan un maleficio sobre esta fruta. Yo me encargo del resto. Sus encantamientos son temidos hasta por el propio Gato de los Gatos.

Coéforas. ¡Lo haremos!

Discordia. Recuerden, lo que quiero es que se separen.

ACTO II.

El “¡Kaboom!” de Discordia.

Apolo. (Hermes, está tirado sobre el suelo. Aparece Apolo, otro Dios del Gatolimpo).
¡Despierta! ¡Hermes! ¡Despierta!.

Hermes. ¿Quién llama a Hermes?

Apolo. ¡Yo! ¡Apo…apo…apo…apo…

Hermes. ¡Apolo!

Apolo. ¿El humo de la tortuga te quitó la visión?

Hermes. Aleja tus pezuñas de aquí.

Apolo. Eso es lo que quisiera hacer, pero le prometí a Acuario encontrarte.

Hermes. Me duele la cabeza.

Apolo. ¡Otra vez!

Hermes. No me vengas con consejos.

Apolo. Zeus te busca.

Hermes. ¿Las invitaciones? ¿Dónde están?

Apolo. Se las di a Acua…acua…acua…acua…Acuario.

Hermes. ¿Por qué te entrometes en todo? ¿Te crees un gato perfecto?

Apolo. Agradecido deberías estar.

Hermes. Yo iba a entregar las invitaciones.

Apolo. Pero, no lo hiciste.

Hermes. No tengo que darte explicaciones.

Apolo. A mi no, tal vez a Zeus, quien recla.cla…cla…cla…cla…clama tu presencia.

Hermes.¡Cla…cla…cla…cla…cla! Escucha Apolo, bien sabes que me eres antipático así que no me provoques.

Apolo. No me toques.

Hermes. Te empujo cuantas veces lo desee.

Apolo. Te lo advierto.

Hermes. ¿Qué vas a hacer? Lanza tus flechas contra mi pecho.

Apolo. Mejor me voy.

Hermes. ¡Vete! Déjame solo. Anda a ronronearle a Zeus.

Apolo. No me provoques, gato irresponsable.

Hermes. ¡Gato mimado! En vez de gato pareces pato.

Apolo. Siempre hay que per…per…per…perdonar a los más débiles.

Hermes. Mueve la cola y lárgate a tu charco. ¡Gato pato! ¡Apolo es un gato pato! ¡Gato pato! ¡gato pato! ¡gato pato!(Apolo se abalanza sobre Hermes y comienza la pelea). (Se oye la voz de Zeus).
Zeus. ¡Deténganse! ¡Hermes! Les ordeno que se detengan. (Siguen en la pelea) ¡Apolo! No luchen más. Es mi último mandato. Se los advierto. (Hacen caso omiso) Así será.

Hermes. ¡No! Algo me quema por dentro.

Apolo. Siento que me ahogo.

Hermes. ¡Gato necio! Lloras como una hembra asustada.

Apolo. Cierra el hoci…hoci…hoci…hoci…hocico. Siento mucho ardor.

Hermes. Nunca dejaré que me domines. Por más fuerza que tengas.

Apolo. Zeus, Gato de los Gatos, aparta de mí este dolor.

Hermes. Es demasiado para soportar.

Apolo. Perdona nuestro atrevimiento, Padre del Gatolimpo.

Zeus. No escucho pedirlo a Hermes.

Apolo. Yo hablo por ambos.

Hermes. Nunca te imploraré nada. ¡No puedo más!

Apolo. Aparta de nosotros este dolor.

Zeus. No escucho a Hermes.

Hermes. Ni lo pienses.

Zeus. El orgulloso.

Hermes. Yo soy libre y siempre lo seré.

Apolo. No puedo más.

Zeus. Pero yo decido sobre todos. ¡Pide perdón!

Hermes. ¡Nunca!

Zeus. Entonces se acabaron tus noticias. (Aparece Afrodita).

Afrodita. Por favor, Zeus, no los lastimes más.

Zeus. Hermosa Afrodita no te metas en esto. Permite que los machos solucionemos nuestros asuntos.

Afrodita. ¡Papá! No ves que mis lágrimas se derraman.

Hermes. No me defiendas, no ves que me ofendes al tratar de protegerme.

Afrodita. Tú eres mi hermano y me duele tu dolor.

Zeus. Se hará el perdón. (Los gatos Hermes y Apolo caen al suelo).

Afrodita. ¡Gracias! Zeus siempre sabe la justa medida.

Hermes. No te arrastres por mi...Afrodita...Me has ofendido...No debiste hacerlo.

Afrodita. Entiende.

Apolo. Hermes es…es…es…es orgulloso.

Zeus. Yo diría que es necio.

Hermes. Zeus...No creas que…Mis palabras se alzaran…

Afrodita. No digas más y anda a prepararte para las bodas de Miau. ¡Hera! ¡Atenea! (Aparecen Atenea y Hera) Llévense a nuestro hermano.

Apolo. Yo si te agradezco lo que hiciste.

Afrodita. Apolo, tu también debes irte. (Apolo sale).

Zeus. Entonces no hay más que hablar. A prepararse para esta noche, mi negra bella. (Salen). (Están el Pavo Real y Discordia)

Pavo Real. Mi Señora su venganza se acerca.

Discordia. La, la la, la. Este mango me ayudará a apoderarme de Gatolimpo. La, la, la la.

Pavo Real. Perdone mi desconocimiento, pero ¿esta segura de que las Coéforas hicieron bien su trabajo? Ellas no son confiables.

Discordia. Ya lo sé. De ellas me encargaré luego. ¿Sabes lo que tienes que hacer?

Pavo Real. Tal como me lo indicó.

Discordia. No puede haber ni un solo error.

Pavo Real. Se hará todo como Usted lo desea.

(El lugar está lleno de luces, música, comida y algarabía. Zeus preside las bodas. Acuario se encuentra a su lado).

Zeus. Pues bien mi querida Acuario. Las bodas prometen mucho esta noche.

Acuario. Así parece, su excelencia.

Zeus. Deja tus dudas a un lado. Acaso no ves lo hermoso que está el Palacio.

Acuario. Muy hermoso.

Zeus. Siento en tus palabras algún indicio de desconfianza.

Acuario. Perdóname. Lo que pasa es que después de mi encuentro con Discordia, no puedo conservar la calma.

Zeus. Pero de qué te preocupas. Mi hijo Hermes entregó las invitaciones como se lo ordené. Discordia no fue convidada. Te exijo que cambies esa cara amarga.

Acuario. Sin embargo, pienso que...

Zeus. El único que tiene derecho a pensar en el Gatolimpo es Zeus ¿verdad que sí? ¡Ah sí! ¿No? Mi mamá y mi papá me dejaron a cargo cuando se fueron de vacaciones hace tres mil años. ¿Es como mucho tiempo? Claro yo soy el jefe. Los demás se limitan a hacer, ¿de acuerdo?

Acuario. Se hará como Usted diga, pero no puedo apartar la idea de que Discordia pueda hacer algo.

Zeus. ¿Te atreves a desafiarme?

Acuario. ¿Yooooo? ¡Jamas! ¿Quién soy yo para tal osadía?

Zeus. Entonces, ríe como nunca lo has hecho.

(En la habitación de las tres gatas, aparece Apolo).

Hera. Tú no deberías entrar sin avisar.

Apolo. Necesito…necesito…quiero… hablar con Afrodita.

Atenea. En este momento, está ocupada.

Apolo. Quiero hablar con ella.

Hera. Pero, no puedes.

Apolo. No, no, no deseo discutir con hem…hem…hem…hem…hembras.

Hera. A ti se te olvida con quien hablas.

Atenea. No te permitiremos que vengas a molestarnos en nuestra propia habitación.

Apolo. Quiero hablar con Afrodita,ta,ta,ta.

Hera. No puedes (Apolo hace el amago de lanzarles un rayo).

Afrodita. ¡Apolo!

Apolo. ¿Ah yo? ¿Si! ¡Ese soy yo,yo,yo! Necesito hablarte.

Afrodita. Pero dañando a mis hermanas no lo lograrás. ¿De esa manera pretendes ganarte mis favores? ¡Retírate!

Atenea. Sacude tus pulgas de aquí.

Afrodita. Por favor, Atenea, guarda esas flechas. No harán falta, ¿verdad Apolo?

Atenea. Como tú digas.

Hera. Es que se me paran las pezuñas con machos insolentes como tú.

Apolo. Quiero hablar con..con…con…con…contigo.

Afrodita. Pero yo no.

Atenea. Tendremos que echarlo.

Apolo. No será preciso. Me…me…me…me…me voy (Sale).

(Las bodas siguen su curso. Ha llegado Hermes. Acuario se acerca).

Acuario. Muchacho, tu Padre no sabe quien entregó las invitaciones.

Hermes. ¿Tengo que agradecértelo?

Acuario. No estoy pidiéndote que lo hagas.

Hermes. Perdona Acuario.

Acuario. No hay problema. (Se acerca el pavo real).

Pavo real. Buenas noches.

Acuario. Con su permiso, debo atender otros asuntos. (Se aleja).

Pavo real. No le caigo en gracia a Acuario.

Hermes. ¿Trajiste el humo de la tortuga?

Pavo real. Como Usted lo ordenó.

Hermes. Está pendiente para cuando te lo pida.

Plumas. Hermoso Hermes esta noche está muy guapo.

Hermes. Hoy no estoy para escucharlas. (Sale).

Plumas. Pero cuando me requieres no dices lo mismo.

Pavo real. Piensa en lo que tenemos que hacer. Discordia no quiere fallas.

Plumas. Lo que tú digas. (Las Sirenas entonan una canción. Entran las tres gatas, Afrodita, Atenea y Hera al lugar).

Zeus. ¡Bienvenidas mis adoradas hijas! Esta noche están deslumbrantes. ¡Hermes! ¡Hermes! Ven y conduce a tus hermanas a su lugar de honor. (Aparece Hermes y las conduce).

Hermes. ¿Por qué siempre tiene que dar órdenes?

Atenea: Porque es el Dios de los Dioses.

Hera. Siempre me hace pasar vergüenza.

Atenea. Hermes, estás bellísimo.

Afrodita. Eres digno del Gatolimpo, precioso. (En un rincón de Palacio).

Zeus. Acuario, manda a cerrar los portones.

Acuario. A sus órdenes, Majestad. (Sale).

Atenea. (En la mesa de las Diosas). Este vestido me aprieta la barriga.

Hermes. No comas mucho.

Hera. Decirle eso a Atenea es decirle a Zeus que no ordene.

Afrodita. Esa niña no sabe de control.

Atenea. ¿Quién invitó al pavo real?

Hermes. Yo lo hice.

Afrodita. ¿El no es amigo de Discordia?

Hermes. Si.

Hera. ¿No traerá problemas con papá?

Afrodita. No creo.

Atenea. Mi negro bello sabe lo que hace.

Hermes. No me aprietes la cara.

Atenea. Es que no recuerdas cuando te llevábamos a la selva de Las Amazonas...

Hera. Y te montabas en mi lomo como si fuera un caballo.

Hermes. ¡Ah! Claro.

Afrodita. Tú eras un gatito gordo.

Zeus. ¡Bien! Queridos amigos del Gatolimpo, esta noche mi hijo Hermes cantará una canción para alegrarnos la vida.

Hermes. Pero papá...

Afrodita. Anda, no lo contradigas.

Hera. Además, tú cantas muy bien.

Hermes. Lo haré si ustedes tres me acompañan.

Zeus. La gente te espera.

Afrodita. ¡Zeus! Tus cuatro hijos haremos un bello espectáculo.

Zeus. Hoy estamos de suerte. Mis hijos deleitaran a los novios con sus talentos.

(Comienzan a bailar y cantar. En otro lugar de “las bodas de miau” lleno de sombras están Discordia y Pavo real).
Discordia. En cualquier momento entregas estos mangos.

Pavo real. Los coloco en la mesa y nada más.

Discordia. Escucha bien, mutante. Cuando las tres gatas están sentadas juntas, vas y le dices que alguien les envía este regalo.

Pavo real. De acuerdo.

Discordia. El resto viene solo. (Finaliza el espectáculo musical).

Zeus. ¡Bravo! ¡Bravo! Estuvieron grandiosos.

Acuario. ¡Bravo! ¡Bravo!.

Zeus. Que la alegría reine por siempre en Gatolimpo. A comer y beber. Hay bastante pescado y leche.

(Las tres gatas y Hermes se dirigen a su mesa). (Aparece Apolo).

Apolo. Nunca imaginé que fueras tan desca…ca…ca…ca…carada.

Hera. Apolo, por qué no dejas a Afrodita en paz.

Apolo. Eres una…

Afrodita. ¿Qué te pasa, macho? Sólo bailé para los invitados.

Atenea. No le des explicaciones.

Afrodita. Deja tu fastidio. No seas necio. Un baile es un baile.

Apolo. Pero no viste como tenían las bo…bo…bo…bo…bocascas abiertas esos gatos babosos.

Afrodita. A mí que me importa.

Apolo. Debes conservar tu pues pues…pues…pues…puesto, además de que eres una Diosa..

Hera. Apolo por favor, estamos en una fiesta.

Afrodita. No voy a discutir más. (Apolo sale).

Atenea. ¡Qué gato para ridículo!

Afrodita. ¿Dónde se fue Hermes?

Hera. Hace un rato estaba aquí.

Atenea. Me dijo que iba a orinar. (En otro espacio).

Plumas. Aquí tiene a la tortuga.

Hermes. ¡Dame agua!

Plumas. Como Usted diga.

Hermes. Más tarde te vas detrás de la columna y me esperas. (Se acerca el Pavo real).

Pavo real. Con su permiso sus excelencias.

Hera. Si estás buscando a Hermes, él no está.

Pavo real. No lo busco.

Atenea. Entonces, dinos qué deseas.

Pavo real. He venido a traerles un regalo.

Afrodita. Para quién.

Pavo real. Eso lo deciden Ustedes. (Entrega el canasto de mangos y lo deja encima de la mesa. Desaparece veloz).

Hera. Este animal como que está loco.

Atenea. ¿Por qué no vemos qué es el regalo? Me muero de curiosidad.

Hera. Yo también.

Afrodita. (Lo abre) Una cesta llena de mangos.

Hera. Para quién será.

Atenea. Aquí hay algo escrito. “Estos mangos pertenecen a la más bella e inteligente de las Diosas del Gatolimpo”.

Afrodita. Son para mí.

Hera. ¿Por qué?

Atenea. ¿No leyeron la nota? Para la más bella e inteligente. Son un regalo para mí.

Afrodita. No niego tu inteligencia, pero tu belleza no es igual que la mía.

Hera. Ni a la mía.

Atenea. Eres bella, pero bruta.

Afrodita. Y tú eres una gata que no has podido conseguir a un macho ni entre los humanos.

Atenea. Mejor me callo.

Afrodita. Es lo mejor.

Hera. Todos los Dioses de Gatolimpo conocen tu cola.

Afrodita. ¿Qué vas a decir tú? Gata amargada.

Atenea. Hay que ser racionales. El regalo dice que es para la más bella e inteligente, ¿cierto?

Hera. Sabemos leer.

Afrodita. Si. Eso dice la tarjeta, ¿por qué?

Atenea. Entonces, no hay pelea. Son míos.

(Comienza una verdadera pelea de gatas) (En otro lugar se encuentra Discordia).

Discordia. ¡Estúpidas gatas! Discordia está vengada.

Pavo real. ¡Plumas! ¡Plumas! Vengan a mí. Debemos irnos inmediatamente. (Aparecen las plumas) ¿Dónde estaban?

Plumas. Con el Dios Hermes.

Pavo real. Ya dejaremos de obedecerle. (Salen). (El tiempo avanza).


ACTO III.

Paris se come el mango.

Zeus. ¿Cómo es posible, Acuario querida, que aquel incidente en las Bodas de Miau haya traído las desgracias al Gatolimpo?

Acuario. Su excelencia, Usted debe buscar la solución. Esas niñas no deben seguir con esa guerra.

Zeus. Pero qué puedo hacer. (Aparece Discordia con las Coéforas)

Discordia. ¡Nada! Tú nunca haces algo bueno.

Zeus. ¡Discordia! ¿Cómo entraste?

Discordia. Por la puerta

Acuario. No vengas con tus rencores.

Discordia. Estoy hablando con el dueño del circo no con los payasos.

Zeus. ¿Qué deseas?

Discordia. Acompañarte en tu dolor. (Las Coéforas se ríen) Te propongo que renuncies al trono, estás viejo y no sabes cómo resolver los problemas.

Acuario. Usted es el Gato de los Gatos y sabrá qué hacer. (Aparece Hermes y Apolo).

Hermes. Padre, deseamos hablar con Usted.

Zeus. ¿Cómo es posible de que los machos no hicieron nada para evitar esta desgracia?

Acuario. Escúchalo, gato terco.

Zeus. ¿Cómo te atreves?

Acuario. Me atrevo porque quiero tanto a tus hijas y al Gatolimpo como tú. Habla, hijo, qué tienes que decir.

Hermes. Apolo y yo sabemos quién fue la causante de este lío.

Acuario. ¿Quién pudo haber hecho algo así?

Apolo. Fue Dis…dis…dis…Discordia en complicidad con el Pavo real.

Discordia. ¿Yo?

Apolo y Hermes. ¡Si!

Discordia. Claro que fui yo. ¿Cómo te atreviste a no invitarme a las bodas de Miau? Pronto todo el Gatolimpo será mío.

Acuario. Razón tenía de pensar mal.

Zeus. ¿Cómo sabe ella de las bodas de Miau?

Hermes. Yo...No sé por donde empezar...Pero yo...

Apolo. Padre, no importan los detalles. Lo que intere…tere…tere…tere…interesa es resolver la pelea entre ellas.

Acuario. Cierto.

Zeus. ¿Y qué podemos hacer?

Discordia. Nada. Debes renunciar al Gatolimpo.

Apolo. Vamos a pensar. (Silencio)

Discordia. 1, 2, 3,4…y pasa el tiempo y ¡nada!...5,6…

Zeus. ¡Ya está!... ¡No!... (Silencio) ¿Qué les parece si?...Tampoco

Discordia. 7, 8, 9, 10

Hermes. Hemos pensado que se debería hacer un juicio para determinar a quien le corresponde el regalo. …

Discordia. ¡Bingo!

Acuario. Me parece muy bien.

Discordia. ¡Shh!

Zeus. A mi también, pero ¿Cómo hacer un juicio transparente?

Apolo. A qué te refieres.

Zeus. En Gatolimpo es imposible realizar un juicio limpio.

Hermes. Precisamente. Como conocemos que cada uno de nosotros siente especial afecto por mis hermanas...

Apolo. Creemos conveniente buscar un juez fuera de los lí…li…li…li…límites del Reino.

Acuario. Explíquense mejor.

Hermes. Mis hermanas sienten cariño por los humanos, por eso hemos pensado que...

(En un estrado, están sentados los Dioses del Gatolimpo, preside Zeus, el Gato de los Gatos). (Apolo y Hermes traen a la fuerza a Paris).

Paris. ¡Suéltenme! ¡Auxilio! Unos gatos me secuestraron. ¡Suéltenme!

Discordia. ¿Un humano?

Acuario. Adelante, toma asiento.

Paris. Usted...Ellos. ¿Dónde estoy?

Acuario. Estás en el Gatolimpo.

Discordia. No puedes llamar a un humano para resolver este asunto

Paris. Debo estar soñando.

Acuario. Pues no lo estás, Paris.

Paris. Usted sabe mi nombre. ¿Cómo conoce mi nombre? ¿Por qué estoy aquí? ¿Usted es...? ¿Dónde estoy?

Acuario. No preguntes tanto, muchacho

Discordia. Esto es una trampa. ¡Me opongo a que este humano esté aquí!

Coéforas. Nosotras nos oponemos

Zeus. ¡Cállense! Mortal, cuyo nombre es Paris. Los Dioses del Gatolimpo te hemos escogido para que resuelvas un asunto de suma importancia para nosotros.

Paris. ¿Y por qué a mí?

Zeus. Pronto lo comprenderás. Avisen a Afrodita, Atenea y Hera que pueden entrar. (Entran las tres gatas negras).

Paris. Esas son las gatas a las que di leche aquella noche de lluvia.

Afrodita. Zeus ¿qué hace él aquí?

Zeus. El será quien resuelva sus diferencias.

Hera. Yo estoy de acuerdo.

Atenea. Yo también.

Afrodita. Pues yo me opongo a que sea él quien ventile nuestros asuntos.

Acuario. Afrodita, ¿tú quieres solucionar esto?

Afrodita. ¡Si!.

Zeus. Paris será el juez. No hay más discusión.

Paris. De qué se trata todo esto.

Zeus. Tú deberás escoger entre mis hijas.

Acuario. Y lo que elijas no podrá ser cambiado.

Paris. Y si me opongo.

Zeus. Será mejor que no preguntes.

Paris. Si lo pones así, viejo, así será.

Zeus. Comienza el juicio.

Acuario. Paris, quién de ellas tres te parece bella.

Hera. Por supuesto que yo.

Zeus. Cierra el hocico.

Paris. Las tres son muy hermosas.

Zeus. ¿Quién, a tu parecer, podría ser la Reina del Gatolimpo?

Paris. No sé.

Acuario. Debes contestar.

Paris. Pero es que no las conozco.

Atenea. Esto no solucionará nada.

Afrodita. Yo soy la escogida.

Hera. ¿Por qué tú siempre quieres ganar?

Afrodita. Porque yo lo decido.

Zeus. Se prohíben los diálogos.

Apolo. Permítanme una sugerencia. Yo pien…pien…pien…pien…pienso que cada una de ellas debería ofrecer al juez sus talentos.

Hermes. Me parece bien lo que propone Apolo.

Zeus. Se acepta la proposición. Escuchen las indicaciones, cada una de ustedes tendrán un tiempo determinado para ofrecer sus capacidades a Paris, ¿de acuerdo?

Las tres. De acuerdo.

Zeus. Traigan la Clepsidra. Comenzará Atenea.

Atenea. ¿Por qué yo?

Hera. Yo quiero comenzar.

Atenea. Me dijeron a mí.

Afrodita. Total, no tiene mucho que ofrecer.

Acuario. Dinos joven quién empieza.

Paris. Hera.

Hera. Bien. Escucha con atención lo que te ofrezco. Yo presido todo el Poder de la Guerras. Si me eliges te ofrezco ganarlas todas. Todos los pueblos de la Tierra se inclinarán a tus pies. (Se paraliza la escena).

Zeus. Terminó el tiempo. Volteen la Clepsidra. Ahora le toca el turno a Atenea.

Atenea. Mi don es conocer todos los secretos de la sabiduría. Si me escoges no habrá conocimiento que no domines. Las ciencias, el arte, las matemáticas, todo se te revelará. (Se paraliza la escena).

Zeus. El tiempo ha hablado. Y ahora, por último, tendrás la oportunidad de escuchar a Afrodita.

Afrodita. Una noche, hermoso Paris, tu me imploraste conocer la pasión. Tu cuerpo reclama el fuego de otro cuerpo. Yo soy la única en el Gatolimpo que puede conseguirte a la mujer más bella. Si decides por mí, te aseguro que no te arrepentirás. (Se paralizan).

Zeus. Después de escuchar los argumentos de mis hijas, tendrás un tiempo para decidir. Traigan acá las frutas de la

Discordia. (Traen el canasto lleno de mangos).

Hermes. ¿Qué decides? Recuerda que la paz el Gatolimpo está en tus manos.

Acuario. Piensa bien en lo que dirás.

Paris. Todo lo que me ofrecieron se me dará.

Zeus. Será concedido.

Paris. De verdad que es muy difícil tomar una decisión.

Zeus. Pero sólo una alternativa debes elegir.

Paris. Bien (Toma un mango y lo muerde). ¡Qué sabroso está este mango!

Todos. ¡No!.(Se alarga la vocal)

Paris. ¿Qué pasa?

Zeus. No puedes comerte esas frutas.

Apolo. Sólo los habitantes del Gatolimpo pueden probarlos.

Hermes. Además de que por culpa de ellos estamos en guerra.

Paris. ¿Por unos mangos?

Acuario. ¿Cómo sabes que son?

Paris. En la Tierra hay árboles de mangos por todos lados.

Zeus. Es imposible. Sólo nosotros lo conocemos.

Paris. Los Dioses son tan extraños. Los mangos son de quien los tome de los árboles.

Discordia. Entonces yo los tomo. (Se abalanza hacia los mangos y empieza a comerlos)

Coéforas. Nosotras también queremos (hacen lo mismo que Discordia)

Paris. ¿Por unos mangos ustedes tienen esta pelea?

Acuario. Así es.

Paris. Si ustedes quieren les traigo más.

Zeus. Un simple humano nos ha hecho ver la solución a nuestros problemas.

Paris. ¿Y qué pasó con lo que me prometieron?


Final.


Caracas, Julio 2004.
® SACVEN bajo el No. 9.070

Estrenada por AMARCORTeatro
Teatro Trasnocho
Septiembre 2006

Obra para títeres o actores EL TIRO POR LA CULATA

Obra para títeres o actores <em>EL TIRO POR LA CULATA</em>

Estimados colegas, aquí les ofrezco una de mis obras para que las monten con títeres, actores, o niños. Esta pieza la he montado con mi agrupación LA BOTIJA, con mucho éxito en Venezuela, Colombia, Chile y otros países de América Latina, y a la vez la he trabajado con niños en Talleres-montajes, en varias escuelas y con resultados sorprendentes, ya que he involucrado a los niños en el proceso creativo del montaje y ha servido para que ellos exploten su creatividad. Espero les sea de utilidad y me hagan saber sus comentarios a mi correo electrónico: titereslabotija@gmail.com

EL TIRO POR LA CULATA
Escrita por REINALDO MIRABAL
Inspirada en un cuento del barón de Canterbury

(Al levantarse el telón música de fanfarria típica de espectáculo de circo todo oscuro en off el director)

VOZ DIRECTOR: Damas y caballeros, niños y niñas, bienvenidos al teatro Guiñol, gracias por estar aquí y ahora a deleitarse con lo mejor de nosotros para con ustedes. Que comience la función.... (Música, dos senitales a los costados donde deberían estar los animadores pero no aparecen. Entra el director).

DIRECTOR: ¡¿Qué pasa, por qué no salen?! Distinguido público, le ofrezco mil disculpas, son problemas técnicos. (Transición) Y con ustedes, lo mejor del teatro guiñol, ¡que comience la función! (igual, música, senitales pero no salen) ¡Ay, a mi me va dar algo! Qué bochorno, qué va pensar el público......

ALICIA: (Entrando) ¡Señor director, venga acá! (viene le dice aparte) es que hay un problema, se nos perdió el muñequito que iba salir a escena con el acto principal y como las animadoras son nuevas no quieren salir, están asustadas, no saben que hacer.

DIRECTOR: (Enfurecido) ¡Pues que resuelvan! Ay cuando se ha visto que ahora en los momentos de crisis las animadoras quieran amotinarse (les grita) salgan ya o no van a volver a conseguir trabajo nunca más en el medio, así que salgan y resuelvan.(al público) Disculpen ustedes pero ya vamos a comenzar, en 30 años nunca había pasado nada igual, siempre el teatro ha tenido sus puertas abiertas para las mejores representaciones. Ahora sí, con ustedes el teatro guiñol, que comience la función (música, negro, dos senitales, a los costados aparecen las animadoras y se quedan estáticas sin saber qué hacer)

ANIMADORA 1: (Sin saber qué hacer, se ríe tímida, saluda con la mano) Hola... (Le da un codazo a la otra).

ANIMADORA 2: ¡Ay me dolió! (igual que la otra se ríe tímida saluda) Hola...

ANIMADORA 1: (Con la expresión estática entre dientes) ¡Vamos, presenta! (se ríe tímida).

ANIMADORA 2: (Igual de estática) No sé qué hacer, (transición). Respetable público, ahora con ustedes el más grande de todos los tiempos, el único ,el grande, el mejor, el mas intrépido, el que les romperá el corazón, el galán Paquirrin....

DIRECTOR: (Entrando molesto) Cómo se le ocurre presentar a Paquirrin si se extravió ese muñeco. Vamos, improvise que para eso le pago (las dos se ponen a llorar).

ANIMADORA1: (Llorando cómicamente) Pero no sabemos qué hacer. No nos regañe, viejo majadero.

DIRECTOR: ¡Insolente! Le va costar caro la afrenta, vamos, el público no tiene la culpa de lo torpes que son. Ahora les sonríen a los niños y se inventan un espectáculo y lo presentan ya, o si no, se van de patitas a la calle (sale).

ANIMADORA2: Por tu culpa nos van a votar, ¿cómo se te ocurre insultar al director?

ANIMADORA 1: Ese es un viejo panzón y se lo merece, ¿verdad niños? Además, te estaba defendiendo.

ANIMADORA2: ¡No le digas panzón que nos vota!

ANIMADORA1: (exaltada) Bueno ¡viejo barriga verde!, ¡loco cascarrabias! ¡valurdo come mier.....

ANIMADORA2: (Tapándole la boca) ¡No lo digas! ¡Ay, de esta no salimos vivas, loca me las vas a pagar( le pega una patada en el trasero).

ANIMADORA1:¡Ay! Me dolió, ahora me las pagas (alboroto pelean gritos, arañazos, jalones de pelo, todo muy tragicómico).

CULEBRA: ¡Paren, paren! (las separa) Pero ¿qué pasa con las dos? Ustedes son buenas amigas no se peleen, miren que si siguen así les va a ir muy mal.

ANIMADORA 1: Ella empezó, que la voten a ella, ¡jaléti lambiscona!

ANIMADORA 2: No, a ti ¡pedorra cochina!

CULEBRA: ¡Ay! Pero qué oigo, dejen las peleas y hagan las pases, es mejor ser buenas amigas. Miren que la envidia y el rencor no les traen nada bueno, además les puede pasar como a las tres del cuento

ANIMADORA 1: ¿Qué cuento?

CULEBRA: Un cuento que me contó una prima mía, la culebra del principito, si el catirito al que mordió en el tobillo para que se pudiera ir en un cometa... Pero ese no es el cuento, mejor se los cuento y así entretenemos al público, este es había una vez..... (Salen, apagón, música, pantera rosa, aparecen los tres protagonistas caminan en ronda cansados)

PEPA: ¡Ay! Ya no puedo más, este sol lo abraza a una. ¿Qué les parece si nos sentamos y descansamos bajo este árbol?

MAYITA: No es mala idea, yo también estoy cansada; además, tengo un callo en el pie derecho que me hace ver las estrellas

LILI: Pues sentémonos y no se hable más

PEPA: ¡Ah! Qué alivio (toca el piso siente algo raro) ¡Qué extraño! Este suelo parece que se hunde.

LILI: No lo que pasa es que tienes el rabo pesado...

MAYITA: (Riéndose) Ajaja... el rabo pesado, esa estuvo buena...

PEPA: No tontas, es en serio, el suelo se hunde. (revisa) Aquí como que hay algo.

MAYITA: Vamos, busca bien.

PEPA: (Saca un cofre) Es un cofre.

MAYITA Y LILI: ¡Un cofre!

LILI: Anda, ábrelo y veamos qué tiene.

MAYITA: Sí, ¡ábrelo ya!

PEPA: Ya va (lo abre) ¡Miren, oro, mucho oro!

LILI: (Gritando) ¡Un tesoro! ¡Oro, mucho oro! Somos ricas, ricas....

MAYITA: ¡Chis....! ¡Cállate! Estás loca, no vez que nos pueden oír.

PEPA: Amigas escuchen con atención. Es evidente que este oro no nos pertenece.

LLILI: (molesta) ¡Qué dices! ¿Es que acaso lo vamos a dejar acá para que otro lo encuentre y se lo lleve?

MAYITA: Lili tiene razón, nos lo repartiremos y se acabo.

PEPA: ¡Déjenme hablar! Que no he terminado. Yo dije que este tesoro no nos pertenece, pero eso no quiere decir que no nos lo vayamos a llevar.

MAYITA: Eso es entrar en razón.

PEPA: Pero tendremos que esperar a que llegue la noche para sacarlo de aquí, ya que si nos lo llevamos ahora alguien podría vernos y acusarnos con la justicia.

LILI: Es verdad, no hay duda que piensas en todo.

MAYITA: Sí, pero yo tengo hambre y no me puedo aguantar, miren como me suenan las tripas (suenan).

LILI: Yo también tengo hambre... Una de nosotras que vaya al traiga algo de comer.

MAYITA: Ve tú, yo me quedo cuidando el oro.

LILI: No seas viva, vas tú.

MAYITA: No, tu.

LILI: No, tu

MAYITA: ¡Que vas tu! (pelean).

PEPA: ¡Ya paren! Lo echaremos a suerte y veremos quien va. De tin Marín de do pirigue cuca la maca titiri fue. Vas tu, Lili .

LILI: No, eso es trampa.

PEPA Y MAYITA: ¡Que vas tú!

LILI: Está bien (mientras tanto aparece un diablito que está viendo escondido, se acerca a Lili y la pincha con el tridente) ¡Tengo una idea! Compraré un somnífero, se lo echaré a la comida y cuando se duerman me llevo el oro, así no tengo que repartirlo con nadie. ¡Qué lista soy! ¿Verdad? (sale, las otras dos están vigilando el oro).

PEPA: Mayita.

MAYITA: ¿Qué?

PEPA: Creo que nos olvidamos de algo.

MAYITA: ¿De qué?

PEPA: Del vino. ¿Cómo vamos a comer si no bebemos nada?

MAYITA: Ya sé por dónde vas tú lo que quieres es que me vaya para quedarte con el oro.

PEPA. No seas tonta, lo que pasa es que ya Lili debe ir lejos, así que hay que comprar el vino.

MAYITA: Yo no voy.

PEPA: Sí, vas.

MAYITA: No voy.

PEPA: Vas tú.

MAYITA: Que no.

PEPA: (Gritando) Que sí.

MAYITA: Que no.

PEPA: Sí.

(Pelean, no, si, si, no, no, si)

MAYITA: (Gritando) Está bien, voy yo (el diablito la pincha) ¡Miquiti! A estas se las juego yo, soy muy lista, ¿saben lo que haré?, compraré un somnífero, se lo echo al vino y cuando se duerman... ¡patitas pa que te tengo! Me voy a dar la gran vida, con todo el oro y solo para mi... (Sale)

PEPA: ¡Qué tontas! Me dejaron sola, ¿saben lo que voy a hacer? Voy a buscar unas yerbitas que yo conozco que tienen el poder de quien las ingiera se quede dormida, se las pongo al vino sin que se den cuenta y, cuando se duerman ,me llevo el oro... jajajajaja... (Aparece la culebra).

CULEBRA: No lo hagas, piénsalo mejor, mira que te puede salir el tiro por la culata (el diablito la saca pinchándole la cola)

PEPA: A ver... eran rojas, por aquí no, a ver por aquí... sí, aquí están... ustedes no me vayan a sapear oyeron, calladitos.

LILI: (Entrando) Aquí está la comida, he corrido más que una liebre. ¿Y Mayita?

PEPA: Fue a buscar vino, la taberna está cerca, así que no tardará.

MAYITA: (Entrando) He aquí el vino amigas.

PEPA: Pues, dame acá (coge la jarra y en mutis le echa las yerbitas). Vamos, a comer todos que tengo un hambre que me comería un caballo.

MAYITA: Y yo a una vaca.

LILI: No, ¡una vaca, qué asco! Yo en cambio, tengo una sed rabiosa.

PEPA: Pues bebe vino, linda...

MAYITA: Sí, bebe

PEPA: (A Mayita) ¿Y tú, no bebes?

MAYITA: ¡No! No tengo sed, si quieres bebe tú.

PEPA: ¡No! Mejor como un poco y después bebo.

LILI: (Tomando bastante vino muy cómicamente) ¡Yupi!, ¡qué rico! ¡Ay! Qué rara está la luna, dando vueltas... Miren los pajaritos (cae desplomada de la borrachera, se oyen ronquidos).

MAYITA: Mira a Lili, ya se durmió por la borrachera, la cogió buena la pobre.

PEPA: No te preocupes, ya sabes que el vino se le sube a la cabeza (mutis aparte). Ya me libré de una, ahora me falta Mayita.

MAYITA: (Mutis en el otro costado) Ya me libré de Lili. Ahora voy por la Pepa.

PEPA: Comamos Mayita y respetemos su sueño.

MAYITA: Tienes razón (le muestra la botella de vino). Vamos, Pepa, toma un poco.

PEPA: No, mejor como (comen como unas desesperadas. Bostezando) Vamos Mayita, bebe un poquito.

MAYITA: (Bostezando) No, Pepa, después ¡Ay! Esta comida estaba pesada, me está dando sueño.

PEPA: (Bostezando) Sí, tienes razón, mejor vamos a echar una siestesita (se duermen, ronquidos cómicos. Pasa un campesino).

CAMPESINO: ¡Ay! Aquí como que estuvo buena la fiesta, pero que holgazanas las tres y ahora cómo paso con mi burro (tocándolas). Miren, párense flojas que tengo que trabajar... Mira tú, muévete, ¡Ay!, ¿y eso de allí? Es un cofre... A ver (lo abre)... Por mi madre santa, ¡es oro! ¡Ay, soy rico, rico, rico! (sale).

CULEBRA: Vieron, se los dije, les salió el tiro por la culata.

ANIMADORA1: Y colorín colorado...

ANIMADORA 2: Esta obra ha terminado

CULEBRA: No, niñas, aún falta el director...

AMBAS: Ah sí, director...

DIRECTOR: ¿Qué escándalo es este? Continúen con la representación.

ANIMADORA 2: Es que como se perdió el muñequito, vamos a hacer la farsa de Colombina y Arlequín y lo necesitamos.

DIRECTOR: Ah, claro, ya reconocieron que sin mi no pueden, que soy tan bueno que sólo yo puedo entretener al público. Claro, soy lo máximo. En mis tiempos, todas las damas sucumbían de placer al verme. Bien, yo haré a don Pantaleón, ese papel se asemeja a mis capacidades... Bien, ¿cuál es la escena? (por detrás, las animadoras, mientras el director habla con el público, buscan dos grandes porras).

ANIMADORA 1: La de su muerte, toma viejo loco, toma, vamos amiga dale duro.

DIRECTOR: ¡Ay! Mi madre, me duele...

ANIMADORA 2: Toma, barriga verde... Toma, por hermoso... Toma (salen en persecución muy tragicómico en climax).

CULEBRA: ¡Ay, qué bueno! A este también le salió el tiro por la culata... Bueno gracias, y hasta siempre nos vemos en su sueños... adiós

Fin

LE DIO UN PATATÚ

<strong>LE DIO UN PATATÚ</strong> Original de ALEXIS ALVARADO S. (Bruno Mateo)
Caracas-Venezuela
1996

Escrita en único acto.
Tres cuadros.


I CUADRO.
(Es una calle llena de casas de muchos colores. Amanece. Los habitantes comienzan a levantarse).

SIMÓN: ¡Buenos días! Qué día más hermoso. Buenos días Sol. Buenos días casas. Buenos días.
CIPRIANA: (Quien estaba observándolo desde el balcón de su casa) Buenos días, Simón. Hoy amaneciste muy feliz.
SIMÓN: ¡¿Cipriana?! No sabía que tú... En realidad... Buenos días. Yo estaba tratando de...
CIPRIANA: No seas tonto. Espérame. Ya bajo.
SIMÓN: Sí. Baja (Pausa) ¡Tonto! ¡Tonto! ¡Tonto! (Sale Doña Jacinta con una bolsa de basura)
DOÑA JACINTA: ¿Tú como que estás hablando solo?
SIMÓN: ¡Doña Jacinta! No. Es que... ¡Permítame! Estas cosas son muy pesadas para Usted. ¿Cómo amaneció?
DOÑA JACINTA: Muy bien. Gracias a Dios. Tú siempre tan amable. Gracias Simón.
SIMÓN: No hay nada que agradecer.
DOÑA JACINTA: Eso crees tú muchacho. Hay que ser agradecidos. ¡Ah! Por cierto. ¿Qué haces despierto tan temprano?
SIMÓN: (Bota la basura) Usted sabe, Doña Jacinta, que soy como mi padre. Me gusta ver cómo amanece cada día.
DOÑA JACINTA: Y no estarás más bien esperando a una muchachita.
SIMÓN: (Se sonríe) A usted no se le escapa nada.
DOÑA JACINTA: “Más sabe el Diablo por viejo que por Diablo” (Se ríen. Entra Cipriana)
CIPRIANA: ¡Hoy la gente amaneció feliz!
DOÑA JACINTA: ¡Buenos días, Ciprianita! Sabes como es de ocurrente este muchacho. Bueno, ahora los dejo porque tengo que hacer el desayuno para Carlos Andrés.
CIPRIANA: ¡Doña Jacinta! Usted no está para estar haciendo tanto desayuno, además que él es lo suficientemente grande para defenderse solo.
DOÑA JACINTA: ¡Ay mi niña! Entonces, ¿quién va a cocinar?
CIPRIANA: Él mismo.
DOÑA JACINTA: Pero, si él es hombre.
SIMÓN: ¡Yo cocino!
DOÑA JACINTA: Tú eres un pan de Dios.
CIPRIANA: ¡Doña! Las cosas no son como antes. Los hombres y las mujeres se ayudan. Cuando yo me case, estoy segura que mi esposo me ayudará en los quehaceres domésticos.
DOÑA JACINTA: (Mirando a Simón) De eso, no tengo dudas. Me tengo que ir. Gracias, Simón. Hasta luego mi niña.
AMBOS: Hasta luego, Doña Jacinta.
CIPRIANA: No soporto a Carlos Andrés.
SIMÓN: Todos tenemos nuestros defectos.
CIPRIANA: ¡Sí! Pero es que él parece tenerlos todos juntos.
SIMÓN: ¡Cipriana!
CIPRIANA: ¡Está bien! No hablaré más. (Silencio) Pero es que es un sinvergüenza...un zángano...un muérgano. Es... es... es... ¡Es insoportable!
SIMÓN: ¡Cipriana!
CIPRIANA: Bien. Olvídalo. ¿Cómo sigue tu mamá?
SIMÓN: Gracias a Dios se está recuperando.
CIPRIANA: ¿Cuándo regresa?
SIMÓN: Quizás esta misma semana. Papá llamó anoche. ¡Pobres! Les dije que no se angustiaran por nada y que la panadería marchaba a las mil maravillas.
CIPRIANA: ¡Ah! Por cierto. Dame un pan campesino y un pan “sobao”.
SIMÓN: ¡A sus órdenes, jefa! Sale un campesino “sobao”.
CIPRIANA: Nunca cambiarás. (Salen muy orondos directamente a la panadería. Entran Marta y María José con un canasto inmenso lleno de ropas recién lavadas, para tenderlas al Sol)
MARTA: Hay que apurarse. Falta tanto por hacer. Y todo por tu culpa. Así que mueve esas manos.
MARÍA JOSÉ: De aquí a unas cuantas horas estarán secas.
MARTA: Si te apuraras, tal vez, se secarán.
MARÍA JOSÉ: Pero, si dejaras de hablar tanto.
MARTA: Si me hicieras caso.
MARÍA JOSÉ: Si te callaras.
MARTA: Si hubiéramos lavado ayer.
MARÍA JOSÉ: Si te despertaras más temprano.
MARTA: Si no te acostaras tan tarde.
MARÍA JOSÉ: Si me ayudaras.
MARTA: Si... Si... Si, si... ¿Si?
MARÍA JOSÉ: ¿Sí? (Entran Cipriana y Simón).
SIMÓN: Mira quienes están aquí.
CIPRIANA: Hola Marta.
SIMÓN: Hola María José.
LAS DOS: ¡Hola!
CIPRIANA: Ya estaban peleando.
SIMÓN: ¡Otra vez! (Marta y María José comienzan a insultarse, sin lograr entenderse).
CIPRIANA: ¡Ya! ¡Basta!
SIMÓN: A ver, muchachas, ¿por qué no hacen las paces?
CIPRIANA: Las hermanas no deben pelearse.
SIMÓN: A ver. Un abrazo.
CIPRIANA: ¡Que se abracen!
SIMÓN: ¡Que se abracen!
LOS DOS: ¡Que se abracen!¡Que se abracen!¡Que se abracen! (Marta y María José se abrazan).
CIPRIANA: ¡Bravo! ¡Bravo!
SIMÓN: Que vivan las hermanas.
MARTA: Es que María José es muy lenta.
MARÍA JOSÉ: Y tú muy floja.
SIMÓN: No vayan a comenzar de nuevo.
CIPRIANA: Marta. Tu hermana te quiere mucho, ¿verdad?
MARÍA JOSÉ: ¡Sí! La quiero mucho. (Se abrazan)
SIMÓN: ¿Quién entiende a las mujeres?
CIPRIANA: Como se contentaron. Las voy a ayudar a tender la ropa.
SIMÓN: ¡Bueno! Yo voy a aprovechar para hablar con tu mamá, Cipriana. Dame la bolsa y te la subo. ¡Eso sí! Si viene alguien a comprar le dicen que ya vuelvo.
CIPRIANA: No te preocupes. (Sale Simón)
MARTA: (A Cipriana) ¿Le dijiste?
CIPRIANA: (Tendiendo la ropa) ¿A quién?
MARÍA JOSÉ: ¡A Simón!
CIPRIANA: No, aún no.
MARTA: (Tendiendo una pieza de ropa) ¿Y qué esperas?
MARÍA JOSÉ: Mira que esta noche es la fiesta.
CIPRIANA: Mi mamá me dijo que esperara a que él me invitara.
MARTA: Pero, si no lo hace.
CIPRIANA: ¡Voy sola! Además creo que Simón va hacer las tortas y seguramente estará bastante cansado.
MARÍA JOSÉ: Déjate de excusas. (Se escucha la voz de Simón)
VOZ DE SIMÓN: Hasta luego, Señora y gracias por el consejo.
CIPRIANA: Cambiemos de tema (Entra Simón)
SIMÓN: Veo que terminaron de tender la ropa.
MARTA: Con la ayuda de Cipriana.
MARÍA JOSÉ: Simón, ¿tú no vas a venir para la fiesta?
SIMÓN: ¡Sí!...creo que sí.
MARTA: ¿Vas a venir solo? (Cipriana tose)
SIMÓN: En realidad, pensaba... No sé, sí... estaba pensando en invitar a...
MARÍA JOSÉ: ¿A quién?
SIMÓN: Invitar a...
MARTA: ¡Dilo! Por Dios ¡Dilo!
SIMÓN: Yo quería invitar a...
MARÍA JOSÉ: ¡Ah! Pues. ¿No vas terminar de decirlo?
SIMÓN: (De un sopetón) Yo quería invitar a Cipriana.
AMBAS: ¡Por fin!
CIPRIANA: Bueno... ¡Sí!... Aunque no sé si mi mamá me dejará.
SIMÓN: Yo hablé con ella.
MARTA: Ella estará encantada.
MARÍA JOSÉ: Por supuesto que sí.
MARTA: (A Simón) Tú mientras tanto anda a terminar de hacer tus cosas.
MARÍA JOSÉ: Prepara las tortas más ricas que puedas.
SIMÓN: Será mejor entre. Esta noche nos vemos.
CIPRIANA: Está bien, Simón. Hasta luego.
SIMÓN: Hasta luego (Sale)
MARTA: ¡Te lo dije!
MARÍA JOSÉ: Le gustas.
CIPRIANA: ¡No digas esas cosas!
MARÍA JOSÉ: Pero, si es así.
MARTA: Y tú también lo quieres ¿verdad?
CIPRIANA: Le tengo cariño.
MARTA: ¿Nada más?
CIPRIANA: ¡Está bien! Se los voy a confesar. Pero, no se lo digan a nadie. ¡Estoy enamorada de él! (Todas ríen. Entra Carlos Andrés, quien habla hacia adentro de su casa)
CARLOS ANDRÉS: Estoy en la panadería. Ya vuelvo (Al voltearse se percata de la presencia de las tres muchachas) ¿No han visto a Simón?
MARTA: Se dice primero: ¡Buenos días!
CARLOS ANDRÉS: No tengo tiempo para ser educado.
MARÍA JOSÉ: La Educación es más importante que cualquier otra cosa.
CARLOS ANDRÉS: ¿Lo han visto? ¿Sí o no?
CIPRIANA: ¡Está adentro!
CARLOS ANDRÉS: Gracias, Cipriana (Avanza. De pronto ve la ropa tendida) Se puede saber de quién es esto.
MARTA: ¡De nosotras!
MARÍA JOSÉ: ¿Por qué lo preguntas?
CARLOS ANDRÉS: Definitivamente a ustedes dos les falta algo en la cabeza.
CIPRIANA: (Tomando participación) ¿A qué te refieres?
CARLOS ANDRÉS: Esta ropa tendida le da muy mal aspecto a la plaza. ¡Esto es inconcebible! Yo que me esfuerzo por sacar adelante a este pueblo del estancamiento. Ustedes lo que quieren es sabotear la visita de la Sra. Nodán. ¡Quiten inmediatamente estas asquerosas ropas de allí!
CIPRIANA: ¡Un momento, Carlos Andrés! No veo cuál es el problema.
CARLOS ANDRÉS: Es que tú nunca ves nada.
CIIPRIANA: ¡No me ofendas! (El tono de la discusión ha subido bastante, lo que hace que Simón salga de la panadería)
SIMÓN: ¿Qué pasa? ¿Por qué gritan de esa manera? ¿Qué sucede?
CARLOS ANDRÉS: ¡Simón! ¡Simón! ¡Ayúdame!
SIMÓN: ¿Qué te pasa?
MARTA: ¡Nada! Absolutamente nada.
CARLOS ANDRÉS: ¡Ellas! Ellas quieren echar por el suelo lo que he levantado para beneficio de todos.
MARÍA JOSÉ: ¡No seas cursi!
SIMÓN: Explícate, Carlos Andrés.
CIPRIANA: ¡Es que no pasa nada!
CARLOS ANDRÉS: No hagas caso de las lenguas murmuradoras.
SIMÓN: Dejen que explique lo que sucedió.
CARLOS ANDRÉS: Yo salí temprano. ¡A trabajar! Tenía que arreglar los últimos detalles de la visita de la Sra. Nodán y entonces ellas. ¡Sí! ¡Ellas! (Se comienza a bajar la intensidad de la iluminación. Los personajes quedan en escena muda. Desaparece la luz)

II CUADRO
(La tarde comienza a ceder el paso a las oscuridades de la noche. En el centro de la plaza está una gran mesa decorada para la fiesta. Carlos Andrés dirige los últimos detalles, al estilo de un maestro de ceremonias. Las casas lucen guirnaldas de múltiples colores. Se escucha música alegre. Hay algarabía)

CARLOS ANDRÉS: (Arrojando un hermoso arreglo de mesa) ¡Esto no está bien aquí!
CIPRIANA: (A María José) No sé si podré soportarlo.
MARTA: Miren quien viene allí (Entra Simón, elegantemente vestido)
SIMÓN: ¡Buenas tardes!
TODAS: ¡Qué elegante estás!
SIMÓN: Gracias. Ustedes también. Cipriana, estás tan bella.
CIPRIANA: ¡Oh! Muchas gracias, Simón. (Carlos Andrés llama la atención de todos)
CARLOS ANDRÉS: ¡Muy bien! ¡Muy bien! ¡Escuchen todos! Hoy es un día bastante especial para los habitantes de este pueblo. Hoy es el día que nuestra Historia cambiará. Yo que con gran esfuerzo he logrado traer a nuestra comunidad a una de las personas más finas del mundo, a la Sra. Nodán. Me siento muy complacido por la actitud demostrada ante este hecho, exceptuando ¡claro está! A algunas personas (mira a Cipriana) Esta Señora que viene con la mejor de las intenciones, será la propulsora del cambio que necesitamos. Por eso les pido que demuestren lo que realmente valemos. Hagamos sentir a la Sra. Nodán un miembro más de nuestra comunidad ¡¿Qué digo?! Hagámosla sentir como un miembro más de nuestra familia. (La gente aplaude emocionada, a excepción de Cipriana. De pronto, aparece un muchacho bastante azorado)
MUCHACHO: ¡Ahí viene! ¡Ahí viene! ¡La Señora! ¡Ahí viene! (Entran dos personas. Una mujer sumamente elegante y un hombre, más bien, bonachón)
CARLOS ANDRÉS: ¡Que suene la banda! Recibamos con un caluroso aplauso a la Sra.Nodán (Se acerca y le besa la mano) Es un súper gratísimo placer recibirla en nuestro pequeño pueblo.
SRA. NODÁN: ¡Gracias!
CARLOS ANDRÉS: Por favor, síganme (Se dirigen a la mesa, llevándolos a sus respectivos asientos) Por favor, siéntense. Por favor, espero que les agrade. Por favor, disculpen lo malo.
CIPRIANA: Si vuelve a decir otro “Por favor”...
CARLOS ANDRÉS: Y a todos los demás habitantes de nuestro queridísimo pueblo, siéntense (Se sientan) Espero que le agrade nuestro recibimiento.
DOÑA JACINTA: ¡Bienvenidos! Mijita, Usted es tan bonita. Y se ve que es una Señora muy fina.
CARLOS ANDRÉS: ¡Mamá!
DOÑA JACINTA: Mi pobre hijo no ha pegado un ojo en toda la noche, esperando a que Usted llegara.
CARLOS ANDRÉS: Ella es mi mamá.
DOÑA JACINTA: Él es Simón. ¡Un excelente muchacho! Lo quiero como a un hijo.
SIMÓN: ¡Mucho gusto! (La Sra. Nodán sonríe)
DOÑA JACINTA: Él fue quien hizo las tortas.
CARLOS ANDRÉS: Mamá, eso no es necesario.
DOÑA JACINTA: Ellas son Marta y María José. Son hermanas morochas.
AMBAS: ¡Encantadas de conocerla!
DOÑA JACINTA: Y ella es Cipriana. Una rosa en nuestro jardín. (En complicidad con la Sra. Nodán) Mija, ella es novia de Simón.
CIPRIANA: ¡Doña Jacinta! No diga esas cosas.
DOÑA JACINTA: ¡Bueno! ¡Bueno! Como si lo fueran.
CARLOS ANDRÉS: ¡Mamá! Ya es suficiente. La Sra. Nodán y su acompañante deben estar muy cansados.
SRA. NODÁN: Él es mi Secretario ¿No es así, querido? Por nosotros no se preocupen. Todo es tan... folklórico.
CARLOS ANDRÉS: Propongo un brindis y tres hurras por la Sra. Nodán. (Levanta el vaso) ¡Hip! ¡Hip!
TODOS: ¡Hurra!
CARLOS ANDRÉS: ¡Con más ánimo! ¡Hip! ¡Hip!
TODOS: ¡Hurra!
SRA. NODÁN: ¡Gracias! Muchas gracias por su recibimiento. ¡Es divine!
MUCHACHO: ¿Es qué?
SRA. NODÁN: ¿Y él quién es?
CARLOS ANDRÉS: Nadie. Él no tiene importancia.
CIPRIANA: ¡Todos somos importantes!
CARLOS ANDRÉS: Nadie está hablando contigo.
SRA. NODÁN: Ella tiene razón. ¿Cómo es que es tu nombre, criatura?
SIMÓN: Ella se llama Cipriana.
SRA. NODÁN: ¡Gracias! Cipriana tiene razón. No hay que menospreciar a nadie. Además que él, al igual que todos ustedes, forman parte de nuestro Proyecto. (Al Secretario) ¿No es así, querido?
CARLOS ANDRÉS: Pero, por favor, comencemos. Miren que hay bastante comida. Primero, los invitados (Toma una torta y va hacia ellos)
SRA. NODÁN: ¡Oh! No gracias. No como dulces. ¡Oh! Disculpa, Simón. No debí dejarte hacer tantos pasteles.
SIMÓN: No se preocupe, Sra. Nodán. A mí me encanta...
CARLOS ANDRÉS: ¡Ese es su trabajo!
SRA. NODÁN: Tienes toda la razón, darling. (Ríe y todos la siguen, excepto Cipriana)
DOÑA JACINTA: (A la Sra. Nodán) ¿A Usted no le gusta el Cabello de Ángel?
CARLOS ANDRÉS: La Sra. Nodán no come dulce.
DOÑA JACINTA: ¿Ni siquiera un besito de coco?
SRA. NODÁN: Ni siquiera eso.
CIPRIANA: ¿A qué viene Usted?
(Silencio)
SRA. NODÁN: ¡Buena pregunta! Muy inteligente de tu parte, honey. ¿A qué vengo?
CARLOS ANDRÉS: La Sra. Nodán viene a traernos progreso y bienestar.
CIPRIANA: No entiendo.
CARLOS ANDRÉS: Porque no quieres.
SRA. NODÁN: Deja. Deja. Ella tiene razón. Yo le explicaré a esta hermosa niña a lo que he venido. (Al Secretario)¿No es así, querido? Lo que sucede mi dulce Flamboyán.
JOVEN: ¿Qué es eso?
SRA. NODÁN: ¡Un árbol! Un magnífico árbol, del cual nace una delicada flor como Cipriana. ¿Te puedo llamar Ciprianita?
CARLOS ANDRÉS: Llámela como Usted quiera.
SRA. NODÁN: ¿En qué iba? ¡Ah! Sí. Lo que acontece Ciprianita es que yo quiero hacer de este pueblo, una Gran Metrópolis. Al estilo de las grandes Capitales del mundo entero. Por este motivo, me he reunido con Carlos Andrés, al cual deben estar agradecidos, para realizar mi más grande obra: EL PROYECTO PATATÚ.

(La acción se paraliza. El Secretario se dirige al público)

SALVADOR: ¡Hola! Mi nombre es Salvador. No le digan a nadie que puedo hablar. Mucho menos a la Sra. Nodán. ¡Prométanmelo! ¡No le digan a nadie! Lo que quería decirles es que presten atención al Proyecto Patatú, pero… ¡Eso sí, con mucho cuidado!

(Continúa la escena. La Sra. Nodán interpreta la canción: LA SUPER METRÓPOLIS. Al finalizar, todos se abalanzan hacia Ella, con mucha efusividad. Los personajes paulatinamente van aminorando sus movimientos, junto con la intensidad de la iluminación, hasta parecer una escena a cámara lenta)

SRA. NODÁN: ¡Muy pronto todos serán míos!

(Apagón)

III CUADRO
(Es de noche. En la habitación de la Sra.Nodán se encuentran Carlos Andrés, Marta, María José y Simón)

MARTA: De verdad que la Sra. Nodán es buena.
MARÍA JOSÉ: Cipriana está equivocada.
CARLOS ANDRÉS: Es que ella la tiene agarrada con la pobre Sra.Nodán.
MARTA: Eso sí es verdad.
MARÍA JOSÉ: Ella nunca está conforme con nada.
SIMÓN: Hay que darle tiempo.
MARTA: Lo que pasa es que como se trata de Cipriana.
SIMÓN: Cipriana es buena y ustedes lo saben. Lo que sucede es que ella desea lo mejor para todos nosotros.

(Entra la Sra. Nodán)

SRA. NODÁN: ¡Eso es cierto!
SIMÓN: ¡Sra. Nodán!
SRA. NODÁN: Continúen con la conversación.
MARTA: Él decía que Cipriana es buena.
CARLOS ANDRÉS: Y yo digo que no lo es.
SRA. NODÁN: ¡No digas esas cosas! Mi Flamboyán es muy dulce (Al Secretario) ¿No es así, querido?
MARÍA JOSÉ: Entonces, ¿Por qué no está aquí con sus amigos?
SRA. NODÁN: Porque no le dije nada.
SIMÓN: ¡Cómo! ¿Por qué?
SRA. NODÁN: No me interpretes mal, darling. Ella es bastante especial. Pero, primero, quería hacerles un regalo a todos ustedes.
TODOS: ¡¿Un regalo?!
SRA. NODÁN: ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! Un hermoso regalo (Al Secretario) ¿No es así, querido?
CARLOS ANDRÉS: Y se puede saber qué es.
SRA. NODÁN: Es algo maravilloso. Es algo que les enseñará a ver otra realidad. Les mostrará el Progreso y por fin conocerán a la Súper Metrópolis.
MARTA: No entiendo.
SRA. NODÁN: Ya lo entenderás (Busca una caja hermosamente labrada) Sólo tienen que dejarse llevar. Soy su amiga y quiero lo mejor para ustedes. Aquí lo tienen. Este es mi regalo.
CARLOS ANDRÉS: Pero, si esto es una caja.
SRA. NODÁN: No es una simple caja. Adentro encontrarán algo que les hará sentirse muy bien. Hay uno para cada uno. ¡Vengan! Vengan y disfruten de su regalo (Abren la caja)
MARÍA JOSÉ: (Todos observan el contenido de la caja) ¿Qué es esto? (Se escucha la canción: Cuando un extraño se acerca)
SRA. NODÁN: No interesa lo que es, sino lo que produce. (Al Secretario) ¿No es así, querido?
CARLOS ANDRÉS: Pero, esto es solamente...
SRA. NODÁN: ¡No importa!
CARLOS ANDRÉS: ¿Qué hay que hacer?
SRA. NODÁN: Se los mostraré.
SIMÓN: Mejor me voy a la casa.
CARLOS ANDRÉS: No seas miedoso, Simón ¿Qué te puede pasar?
SRA. NODÁN: ¡Exactamente! Te aseguro, querido Simón, que después que pruebes mi regalo, sentirás el Mundo a tus pies (Se van al fondo del escenario, de espaldas al público. La iluminación baja. Se acentúa a Salvador)
SALVADOR: ¡No lo hagan! ¡No lo hagan! (La iluminación titila veloz. La Sra. Nodán ríe con estrépito)
SRA. NODÁN: ¡Ya son míos! ¡Ya son míos!
SALVADOR: Demasiado tarde.

(Hay un juego de luces. Se escucha la canción: Cuando un extraño se acerca. Los muchachos caen al suelo. Desaparece la Sra. Nodán y su Secretario. Aparecen tres espejos, danzando y riendo)

ESPEJO I: ¡Hola!
ESPEJO II: ¡Hola!
ESPEJO III: ¡Hola!
LOS TRES: ¡Hola! ¡Hola! ¡Hola!
MARTA: ¿Quiénes son Ustedes?
ESPEJO I: Somos los Espejos.
MARÍA JOSÉ: ¿Dónde estamos?
ESPEJO II: En nuestra casa.
ESPEJO III: ¡Bienvenidos al Mundo de los Espejos!
CARLOS ANDRÉS: ¿Cómo llegamos aquí?
ESPEJO I: Una vieja amiga los trajo.
SIMÓN: ¡La Sra. Nodán!
ESPEJO II: ¡Exacto! ¡Exacto! ¡Exacto!
MARTA: Será mejor que regresemos.
ESPEJO I: ¡Imposible!
ESPEJO II: No hay manera de regresar.
MARÍA JOSÉ: Esto sólo es un sueño (El Espejo II la pellizca) ¡Ay! Eso duele.
ESPEJO III: Entonces no estás soñando.
SIMÓN: ¡Me quiero ir!
CARLOS ANDRÉS: Yo también.
MARTA: Y yo.
MARÍA JOSÉ: Yo voy con ustedes.
ESPEJO I: Entonces, ¿Por qué vinieron al Mundo de los Espejos?
SIMÓN: ¿Nosotros?
ESPEJO II: ¡Ustedes! ¡Ustedes! ¡Ustedes!
ESPEJO III: Cuando probaron el regalo de nuestra vieja amiga...
ESPEJO I: La Sra. Nodán.
ESPEJO III: Ustedes desearon venir aquí...
ESPEJO II: A cumplir todos sus deseos...
ESPEJO I: Y sentir lo que es el Progreso (Ríen)
CARLOS ANDRÉS: ¿Ustedes pueden hacer realidad los deseos?
ESPEJO II: ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!
MARTA: ¿Cómo?
ESPEJO I: Ustedes desean cualquier cosa y nosotros se lo damos.
MARÍA JOSÉ: Yo quisiera muchas cosas.
ESPEJO III: Los deseos no tienen límites.
ESPEJO II: Y en el Mundo de los Espejos, los deseos se hacen realidad.
ESPEJO I: ¿Quisieran satisfacer cada uno de sus deseos?
ESPEJO III: Sólo sueñen y pidan.
ESPEJO II: Se lo daremos.
ESPEJO III: Sólo tienen una pequeñísima condición.
CARLOS ANDRÉS: ¿Cuál?
ESPEJO I: No es mucho.
ESPEJO II: Además que ya lo hicieron.
ESPEJO I: Seguir probando el regalo de la Sra.Nodán.
SIMÓN: Será mejor que nos vayamos.
ESPEJO III: Podrán tener lo que deseen.
ESPEJO I: Podrán ser todo lo que nunca han podido ser.
ESPEJO II: ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!
SIMÓN: Esto no me huele bien.
CARLOS ANDRÉS: ¿Qué podemos perder?
ESPEJO III: Y después...
LOS TRES ESPEJOS: ¡Podrán irse a sus casas! (Ríen)
MARTA: Yo deseo ser una Reina.
MARÍA JOSÉ: Yo deseo ser famosa.
CARLOS ANDRÉS: Yo deseo ser Presidente.
SIMÓN: Yo deseo regresar a mi casa.
LOS TRES ESPEJOS: ¡A probar! ¡A probar! ¡A probar! (Traen el Cofre. Se escucha la canción: Cuando un extraño se acerca. La escena se paraliza. Entra Salvador)
SALVADOR: Si lo hacen estarán perdidos y, tal vez, para siempre. (Desaparece. Sigue la escena)
LOS TRES ESPEJOS: ¡A probar! ¡A probar! ¡A probar!
ESPEJO I: (A Marta) Tú serás una Reina. Una maravillosa Soberana. Una exquisita Reina. Pero, ¡eso sí! Serás la Reina del gallinero. (Se transforma en gallina)
ESPEJO II: (A María José) Y tú...
MARÍA JOSÉ: No, gracias. Se me quitaron las ganas de ser famosa.
ESPEJO II: No hay marcha atrás. Tú serás una famosa ¡Cerdita! (Se transforma en Cerdita)
ESPEJO III: (A Carlos Andrés) Ahora a cumplir el mayor de los deseos.
CARLOS ANDRÉS: Ser Presidente no es demasiado importante.
ESPEJO III: La ambición tiene su precio, y tú, serás ¡El Presidente de los payasos! (Se transforma en payaso).
SIMÓN: ¿Qué le han hecho a mis amigos?
ESPEJO I: Nada.
ESPEJO II: Sólo cumplimos sus deseos.
ESPEJO III: Ahora falta tu deseo.
LOS TRES ESPEJOS: ¡Regresar a casa! (Todos ríen)
SIMÓN: A mí no me harán lo que le hicieron a ellos. (Entra la Sra. Nodán, montada en una parihuela. La escoltan Salvador y algunos esqueletos),
SRA. NODÁN: Eso depende de ti.
SIMÓN: ¡Sra. Nodán!
SRA. NODÁN: ¡Bienvenidos al Progreso!
SIMÓN: Le exijo que transforme a mis amigos a su estado original. Los quiero como eran antes.
SRA. NODÁN: Pero si eran tan defectuosos, dear. A menos ahora son tan diferentes (Al secretario) ¿No es así, querido?
SIMÓN: Todas las personas tienen defectos y virtudes y yo quiero a mis amigos tales cuales son.
SRA. NODÁN: Pero, ahora es cuando viene la mejor parte. (Al Secretario) ¿No es así, querido?
MARÍA JOSÉ: Quiero ser como antes.
SRA. NODÁN: ¡Imposible! Muchacha insolente (La señala y cae al suelo)
MARTA: ¡María José!
SIMÓN: ¿Qué le hizo a nuestra amiga?
SRA. NODÁN: Seguramente le dio un Patatú.
CARLOS ANDRÉS: Sra. Nodán, creo que será mejor que esto no continúe.
SRA. NODÁN: (Ríe fuertemente) Si tú fuiste quien me trajo. Tu ambición me atrajo directamente a este pueblo y ahora no me iré. Todos me pertenecen, incluso mi dulce Flamboyán (Los esqueletos traen amarrada a Cipriana).
CIPRIANA: ¡Simón! ¡Ayúdame! (Simón intenta rescatarla)
SRA. NODÁN: ¡No te muevas! (Lo paraliza)
SIMÓN: ¡No puedo moverme! ¡No puedo moverme!
CIPRIANA: Sra. Nodán, por favor, no le haga daño.
SIMÓN: ¡Ay! ¡Me duele! ¡Me duele!
CIPRIANA: Se lo suplico. No lo lastime.
SIMÓN: Cipriana, no te preocupes por mí.
CIPRIANA: Haré lo que Usted me pida. Déjelo en paz.
SRA. NODÁN: ¿Lo que yo desee?
SIMÓN: ¡No escuches a esa mujer! (La Sra. Nodán cierra el puño) ¡Ay! ¡No! ¡Ay! ¡No la escuches!
CIPRIANA: ¡Sí! ¡Sí! Lo que Usted desee, pero no lo lastime más.
SRA. NODÁN: ¡Júralo!
SIMÓN: ¡No lo hagas!
CIPRIANA: Pero no lo siga lastimando.
SIMÓN: Cipriana, no escuches a esa bruja. ¡Ay! No importa lo que suceda conmigo. ¡No lo hagas!
SRA. NODÁN: Jura que harás lo que yo te diga, mi dulce Flamboyán.
SIMÓN: ¡No lo hagas!
CIPRIANA: ¡Se lo juro!
SRA. NODÁN: Dilo más fuerte.
CIPRIANA: Se lo juro.
SRA. NODÁN: No escucho tu hermoso juramento. ¡Dilo más fuerte!
SIMÓN: ¡Cipriana! ¡Ay! ¡No! ¡No lo hagas!
CIPRIANA: Se lo juro. Se lo juro. ¡Se lo juro!
SRA. NODÁN: ¡Perfecto! (Simón cae al suelo).
CIPRIANA: ¿Cómo te sientes? ¿Te hizo daño? Usted es una bruja.
SIMÓN: Estoy bien. Por mí no te preocupes. ¿Por qué lo hiciste? ¿Por qué?
CIPRIANA: Lo hice por ti. Solamente por ti.
SRA. NODÁN: Estas escenas son tan románticas. Me enternecen (Al secretario) ¿No es así, querido?
SIMÓN: Usted es una desalmada.
SRA. NODÁN: ¡Ya basta! ¡Stop! Dejen esos amores para otro momento.
SIMÓN: ¡Bruja!
SRA. NODÁN: Desvía tu intención. Recuerda que los tengo en mis manos.
CIPRIANA: ¿Qué es lo que quiere Usted de mí?
SRA. NODÁN: ¡Tu vida!
CIPRIANA: Así que ese es su Proyecto Patatú. Usted desea convertir a todos en sus esclavos.
SRA. NODÁN: ¿No es divino? A todos nos gusta tener poder.
CIPRIANA: A mi me gusta sentir amor por los demás.
SRA. NODÁN: Deja el Humanismo a un lado y vamos al centro de la acción.
CIPRIANA: Usted dirá.
SRA. NODÁN: Aquí tienes. (Le muestra el cofre) Prueba mi regalo y sentirás lo que es tener Poder. La gente comenzará a respetarte.
CIPRIANA: No me interesa el Poder. Lo que quiero es que libere a mis amigos.
SRA. NODÁN: No sabes lo que te pierdes. (Al Secretario) ¿No es así, querido? En cuanto a ti, Ciprianita, me caes bien. Eres como un panal de miel. Dulce. ¡Qué lástima! No quieres unirte a mí. Sabes cuál es uno de mis grandes deseos ¡Mi gran deseo! Ansío llevar ilusiones a todas partes del mundo. Quiero que se dé un enorme Patatú.
CIPRIANA: Pero, Sra. Nodán ¿Qué es un Patatú?
SRA. NODÁN: ¿No sabes qué es un Patatú? ¿No sabes qué es un Patatú? (Se paraliza la escena)
SALVADOR: (Al público) ¿Ustedes saben qué es un Patatú? (Sigue la escena).
SRA. NODÁN: El Patatú es algo fuera de la realidad. Es un sueño inimaginable. El Patatú es como estar flotando muy por encima de los demás. Es tener el Poder. (Canta la canción: ¿Qué es un Patatú?)
CIPRIANA: ¡Está bien! Sra. Nodán ¿Qué desea Usted?
SRA. NODÁN: ¡Así me gusta! Ciprianita es una niña obediente (Al Secretario) ¿No es así, querido?
CIPRIANA: Terminemos con esto de una vez.
SIMÓN: ¡No lo hagas!
SRA. NODÁN: Tú insistes. Es mejor que le permitas tomar su decisión por sí misma, o sino, mi amado gentleman te las veras muy mal.
CIPRIANA: Le he dado mi palabra.
SRA. NODÁN: Por eso el mundo no quiere evolucionar. Las palabras, palabras son.
CIPRIANA: Usted nunca comprenderá el verdadero valor de las palabras.
SRA. NODÁN: Dejemos las lecciones para otro momento y vayamos al punto. Aquí tienes el cofre de la felicidad. Lo único que tienes que hacer es probar lo que contiene. ¿Ves? No es tan difícil, mi adorado Flamboyán. Solamente lo pruebas, luego tú y tus amigos se podrán ir a su añorada casa. (Al Secretario) ¿No es así, querido?
TODOS: ¡No lo hagas!
CARLOS ANDRÉS: Tú no me caes muy bien, pero no lo hagas.
CIPRIANA: Muchas gracias a todos, pero empeñé mi palabra y debo cumplir.
SIMÓN: ¡No lo permitiré! (Se abalanza sobre la Sra. Nodán)
SRA. NODÁN: ¡Deténgalo! (Los esqueletos obedecen) Y tú niña, hazlo de una vez. (Cipriana toma el cofre)
SALVADOR: ¡No lo permitiré! (Arroja el cofre de un manotazo. Cae al suelo el fatal polvo blanco)
SRA. NODÁN: ¡Tú!
SALVADOR: No consentiré que sigas llevando tu proyecto Patatú a personas inocentes.
SRA. NODÁN: ¿Cómo es posible que te atrevas a desafiarme?
SALVADOR: No te tengo miedo. Esto (Señala el polvo blanco) Esto es una inmensa pendejada. No vale la pena.
SRA. NODÁN: ¡Te arrepentirás! ¡Esto! ¡Esto! Esto trae mucho Poder y Felicidad.
SALVADOR: ¡Mentiras! Son sólo mentiras y bien que tú lo sabes.
SRA. NODÁN: Ya no hay salida. Es demasiado tarde. ¡Atránpela! ¡Atránpela! (Los esqueletos obedecen)
CIPRIANA: ¡No! Déjenme tranquila. ¡No! ¡No quiero! ¡No quiero!
SRA. NODÁN: ¡No digas esas palabras!
SALVADOR: ¡Eso es! Esa es nuestra salvación. Esas son las palabras mágicas para destruir a la bruja de la Sra. Nodán. ¡No quiero! ¡No quiero! Sigue, Cipriana. Dilo aún más fuerte.
CIPRIANA: ¡No quiero!
SRA. NODÁN: ¡Cierra la boca!
CIPRIANA: ¡No quiero! ¡No quiero!
SALVADOR: Para poder vencer a la Sra. Nodán es necesario que todos digan las palabras mágicas. ¡No quiero! Díganlas todos. ¡No quiero!
TODOS: ¡No quiero! ¡No quiero!
SALVADOR: Que se escuchen hasta el Cielo. Más fuerte. Con todas sus ganas.
TODOS: ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero!
SRA. NODÁN: ¡No! ¡No! ¡Cállense! ¡Hagan silencio! No quiero oír esas palabras. ¡Cierren la boca!
TODOS: ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero!
SRA. NODÁN: Como los odio. Algún día me las pagarán. Algún día. ¡Algún día!

(Se escuchan truenos. Hay relámpagos. Se hace un oscuro. Al encender la iluminación, la Sra. Nodán y sus esqueletos han desaparecido. Los muchachos vuelven a la normalidad)

MARTA: María José, ya tú no eres una gallina.
CARLOS ANDRÉS: Somos normales, otra vez. ¡Bravo! ¡Bravo!
TODOS: ¡Bravo! ¡Bravo!
SIMÓN: Y todo se lo debemos a Cipriana.
CIPRIANA: ¡No! Todo se lo debemos a él (Salvador ha desaparecido) ¿Y dónde está el Señor?
MARÍA JOSÉ: Hace un momento estaba aquí.
CARLOS ANDRÉS: ¡Señor!
SIMÓN: ¡Señor!
CIPRIANA: ¡Señor!
TODOS: ¡Señor! ¡Señor! ¡Señor!
SALVADOR: (Aparece) ¡Aquí estoy!
CIPRIANA: Muchas gracias, Señor. Sin Usted no hubiéramos logrado apartar a la Sra. Nodán.
SALVADOR: A propósito, mi nombre es Salvador.
SIMÓN: Entonces, gracias Salvador por ayudarnos a vencer a esa bruja.
SALVADOR: Yo no hice nada. Todo lo hicieron ustedes. Sus palabras lograron el milagro. Pero, ahora debo marcharme.
CIPRIANA: No se vaya. Quédese con nosotros.
SALVADOR: Que más quisiera yo, querida Cipriana, sin embargo, al igual que ustedes existen otras personas en el mundo que me necesitan. Mientras la Sra. Nodán prosiga con su famoso Proyecto Patatú, mi deber será proteger a todas esas personas inocentes. ¿No es así, querida? (Ríen) Pero, ¡Eso sí! Recuerden que ustedes tienen la fuerza para resistir al mal. Cuando se sientan solos o débiles, levanten sus voces al Cielo para decir: ¡No quiero! ¡No quiero! (Comienza a desaparecer) ¡No quiero!
CARLOS ANDRÉS: Les prometo, amigos, que nunca, pero, nunca más traeré a nadie a nuestro pueblo.
SIMÓN: No, Carlos Andrés. Hay personas buenas y malas en cualquier parte. Es deber de cada uno de nosotros reconocer quiénes son las personas buenas y aceptarlas.
MARTA: Pero, rechazando las malas.
MARÍA JOSÉ: Será mejor que regresemos a casa. Este lugar me da escalofríos.
CARLOS ANDRÉS: Está bien. Vamos a casa y les prometo que cocinaré algo para ustedes.
TODOS: ¡¿Tú?!
CARLOS ANDRÉS: ¡Las cosas cambian!

(Salen. Se escucha la voz de Salvador)

SALVADOR: Gracias a todas aquellos que están sentados. Recuerden las palabras mágicas: ¡No quiero! ¡No quiero! ¡No quiero! ¿No es así, querida?
______________________________

Canciones de Le dió un Patatú

La Súper Metrópolis.

¡Grandes edificios!
Avenidas que invaden todo el lugar.
Como pulpos hermosos que van adornar.
Sólo lujos, luces y colores
En la Súper Metrópolis seguro estarán.
La ciudad es el progreso
Hacia delante tienen que mirar
Olviden el pasado
El porvenir en el futuro está

La Súper Metrópolis
La Súper Metrópolis
La Súper Metrópolis
¡Mi reino será!

¡Oh! ¡Ah! ¡Oh! ¡Ah!
ropa bella
peinados de lo mejor
perfumes costosos
hologramas de ilusión

La Súper Metrópolis
La Súper Metrópolis
La Súper Metrópolis
¡Mi reino será!

¿Quieres ser Reina?
Aquí lo serás
¿Quieres brillar?
En mi ciudad todos lo harán
Queridos amigos
Comiencen a soñar
La Súper Metrópolis
Por ustedes aguardará.
Cuando un extraño se acerca

Cuando un extraño se acerca
Y tu mundo empieza a dar vueltas
Cuando un extraño se acerca
Y tu mundo empieza a dar vueltas
Que con engaños y trampas
Coloca algo en tus manos
No dejes que la tentación
De una fantasía mejor
Ciegue tus pensamientos
Convirtiendo tu alegría
En un espantoso silencio
Cuando un extraño se acerca
Y tu mundo empieza a dar vueltas
Rechaza las promesas de ilusión
Ser inteligente es tu gran don
Distingue lo bueno y lo malo
Porque tú puedes hacerlo
Cuando un extraño se acerca
Y tu mundo empieza a dar vueltas
Cuando un extraño se acerca
Y tu mundo empieza a dar vueltas.
_________________________________

¿Qué es un Patatú?

Una tarde
Yo sentada
Un extraño se acercó
Fue hace mucho tiempo
Recuerdo lo que pasó
Sentí por primera vez lo que es un Patatú
El cielo se ennegreció
Tal vez la luz se apagó
Sentí que algo en mí
Como un cristal al suelo
Mi alma se rompió
Es algo que te da
Es algo que te da
Que te da
Que te da
Que te da
¡Es un Patatú!
Sé que la misma no soy
Después de aquel momento
En que todo fue un triste y amargo tormento
Después vino lo que es un Patatú
Un cerrar de ojos
Un abrirlos, quizás
No encuentro la luz.
Por eso, hoy día
La extraña soy yo
Te lo vuelvo a decir
Es algo que te da
Es algo que te da
Que te da
Que te da
Que te da
¡Es un Patatú!

La vida es así
No la puedo evitar
¡Eso es el Patatú!
Es algo que te da
Es algo que te da
Que te da
Que te da
Que te da
¡Es un Patatú!
______________

FIN
AGOSTO 1996
Estrenada en el año 1997, por la agrupación TITILAR.

Para hacer uso de este texto
debe tener autorización del autor,
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ALAS DE PRIMAVERA

<strong>ALAS DE PRIMAVERA</strong> El siguiente texto, original de Eddy Díaz Souza, obtuvo el Premio de la Bienal de Dramaturgia para Teatro de Muñecos “Javier Villafañe”, 1998; convocado por: Fondo de Estímulo a la Creatividad (FONDEC) y CONAC, en Caracas, Venezuela.
* * * * *
Antes de usar este texto para cualquier fin, gestione el permiso de su autor, localizándolo a través del correo-e: centromolinos@yahoo.com
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ALAS DE PRIMAVERA
Autor: Eddy Díaz Souza
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Personajes:
ORUGA
LAGARTA
DAMA DE LA NOCHE
SEÑOR VIENTO
DOÑA RATA
DUENDE DEL RÍO 1
DUENDE DEL RÍO 2
PRÍNCIPE DEL MONTE (puede ser gago.)
MAÑA LA ARAÑA
* * * * *
PRÓLOGO

La luna tiñe de azul las hojas y las ramas de los árboles. El viento sopla y hace cantar al monte. Todo es magia en la penumbra.
LAGARTA. ¡Shhh! Duerme.
DAMA. ¿Tan temprano?
LAGARTA. Estuvo muy extraña durante el día.
DAMA. ¿Qué será?
LAGARTA. (En secreto.) Le está creciendo el corazón.
DAMA. ¡Malo! ¡Muy malo! Mejor sería que no creciera.
LAGARTA. Nada puede hacerse, es la ley. También yo me fui de casa un día en busca del amor.
DAMA. Dichosa yo, que amo la luna distante.
VIENTO. Perdonen que me entrometa, pero no veo que el asunto sea tan complicado. Hay muchos príncipes por estas tierras.
LAGARTA. Pero mi oruga es muy chica y no sabe de esas cosas.
VIENTO. Ya aprenderá.
DAMA. No se preocupe, comadre, yo hablaré con ella.
VIENTO. Lo que está a la vista, no necesita anteojos.
(Canta.)
La oruga duerme,
está soñando:
anillos de oro
y lirios blancos.
Paso del aire
Cortando ramos,
La oruga sueña
lánguidos tallos.
DAMA. ¡Silencio, Viento!
LAGARTA. Ya canta el gallo.
Canto del gallo. Luz de amanecer. Música.
* * * * *
ESCENA PRIMERA
Amanece. Las hojas de los árboles se abren lentamente, dejando ver a la Oruga que despierta.
ORUGA. (Bosteza.) ¡Hermosa mañana!
LAGARTA. El viento sopla delicadamente.
ORUGA. Y cuántos olores, mamá... Dulce aroma de frutas tiernas... brisa húmeda que viene del río y olor a batir de alas. Mamá, ¿qué es el amor?
LAGARTA. ¡Niña! ¿Qué pregunta es esa? Has conseguido ponerme colorada.
ORUGA. ¡Perdón!
LAGARTA. Eres muy pequeña, mi oruguita, aún te falta mucho para saber de esas cosas. Y, además... no quisiera perderte.
ORUGA. Pero yo te quiero, mamá.
LAGARTA. Eso lo sé. Ahora dime, ¿te ha visitado algún señor?
ORUGA. No.
LAGARTA. ¿Algún sapo te da vueltas?
ORUGA. Tampoco.
LAGARTA. ¿Y entonces?
ORUGA. No sé qué me pasa. Tengo un sobresalto en el pecho... como si la primavera me naciera por dentro.
LAGARTA. Es que estás enferma, niña mía.
ORUGA. ¿Enferma de amor?
LAGARTA. Pero si tienes fiebre. Vamos, acuéstate, te pondré hojas de calabaza en la frente.
ORUGA. Prefiero comerme un pétalo de rosa.
LAGARTA. Nada de rosas, que te subirá la fiebre. Cinco goticas de rocío y una raicita amarga. Iré a buscarlas. No te muevas. Voy corriendo y vuelvo volando. Ya regreso.
La Lagarta desaparece entre el follaje. Entra el viento.
VIENTO. Buenos días...
ORUGA. No tan buenos. ¿Quién es?
VIENTO. Yo...
ORUGA. ¿Y quién es yo?
VIENTO. El viento. He venido a visitarte. Dicen que estás muy enferma.
ORUGA. Eso dicen.
VIENTO. Es la primavera. Cuando llega la primavera, todos los seres de la tierra se sienten como tú. Es la época del amor.
ORUGA. ¡Ah! ¿Y qué es el amor, señor Viento?
VIENTO. Una pregunta sin respuesta.
ORUGA. Vaya, esta enfermedad si es complicada.
VIENTO. Pero tiene cura.
ORUGA. Sí, con raíces amargas...
VIENTO. Con un príncipe sanarás más pronto.
ORUGA. ¿Un príncipe?
VIENTO. Claro, criatura, el amor sólo se cura amando. Y para hallarlo, hay que ir probando.
ORUGA. Dice cosas muy raras, señor viento.
VIENTO. Soy tan viejo como el mundo, pequeña. A mi edad no hay secreto que se esconda ni debajo de una piedra. Tú lo que necesitas es conocer el amor.
ORUGA. Sí, quiero conocerlo. ¿Ese amor vive cerca de aquí?
VIENTO. (Ríe.) Ni cerca ni lejos
ORUGA. ¿Es eso un trabalenguas?
VIENTO. Mira, criatura, mira a tu alrededor. ¿Ves? El monte entero celebra la primavera. Todos se aman, menos tú.
ORUGA. Pero yo...
VIENTO. Tú también puedes amar.
ORUGA. ¿Y qué bebo hacer? ¿Qué debo hacer para ser tan feliz como el pájaro que se hunde en la flor?
VIENTO. Dar y recibir amor.
ORUGA. Pero sigo en las mismas. ¿Por qué no se explica mejor?
VIENTO. ¿Ves ese caminito de piedras y semillas?
ORUGA. Sí, lo veo.
VIENTO. Pues al final de ese camino, encontrarás tu amor.
ORUGA. ¿De verdad?
VIENTO. (Ríe.) Te lo aseguro.
ORUGA. Ya estoy impaciente por conocerlo.
VIENTO. No demores, oruguita, no sea que se canse de esperarte. Adiós. (Sale.)
ORUGA. Adiós, señor Viento, y muchas gracias por todo. (Para sí.) El corazón se me quiere salir del pecho. Voy corriendo a encontrar al amor.
Las ramas de los árboles oscurecen la escena. Risas en off del viento. Música.
* * * * *
ESCENA SEGUNDA
El camino de piedrecitas es infinito. Entre los arbustos que bordean el camino, sobresale una casa de arcilla y tallos de bambú. Sentada en una mecedora, Doña Rata se abanica con una hoja de almendra.
RATA. (Canta, muy desafinada.)
Un día te fuiste,
lejos de mi vida.
No me dijiste adiós
ni cuando volverías.
Y yo aún te espero,
aunque sea un mal día,
porque tarde o temprano
regresarás a mi vida.
Lara lara lara....
ORUGA. Buenos días, señora.
RATA. Si eres vendedora, puedes continuar tu viaje: no compro nada. Si vienes a hablarme de religión: no tengo fe. Y no me llamo Dora, mijita. Todos me dicen Doña Rata.
ORUGA. Está bien, Doña Rata, pero quería preguntarle si por casualidad ha visto al amor.
RATA. Oh, sí, tengo mucho dolor mijita: me duele la espalda, tengo fría la nariz y alta la tensión.
ORUGA. ¡Qué pena! Yo también estoy enferma, Doña Rata, pero me ha dicho el señor Viento que mi mal se cura amando.
RATA. Yo era joven, muy joven y bella... la ratita más hermosa de estos parajes. Y me casé con un ratón de pelo gris... ¡tan guapo!, ¡tan apuesto! Los primeros años, vivimos muy felices, pero luego... sí, mijita, mi esposo se fue caminando, se fue por esos caminos de Dios, buscando no sé qué.
ORUGA. ¿Buscando el amor?
RATA. No, no, del riñón estoy mejor.
ORUGA. ¿Oye usted bien, Doña Rata?
RATA. ¿Te quedarás hasta mañana? Bueno, no sé, mijita... me gustaría que te quedaras, pero... la verdad es que no te conozco lo suficiente.
ORUGA. Usted no me entiende.
RATA. ¿Qué pasa con mis dientes?
ORUGA. Nunca me entenderá.
RATA. Está bien... te quedarás. Eres muy simpática, un poco fea y otro poco rara, pero en el fondo tienes un gran corazón. Serás la hija que siempre soñé. Bien temprano en la mañana, barrerás la casa...
ORUGA. No puedo quedarme, Doña Rata. Otro día vendré a visitarla. Adiós. (Continúa su camino).
RATA. (Hablando sola.) Luego prepararás el desayuno: arepitas fritas con queso amarillo. Más tarde, regarás el jardín. Después, el almuerzo, unos masajes antes de la siesta, una canción para mi corazón y... ¿Se fue? ¡Oh, sí, se ha ido! Todos se van, no sé por qué.
(Canta, muy desafinada.)
Un día te fuiste,
lejos de mi vida.
No me dijiste adiós
ni cuando volverías.
Y yo aún te espero,
aunque sea un mal día,
porque tarde o temprano
regresarás a mi vida.
* * * * *
ESCENA TERCERA
Por entre las ramas torcidas, asoma la imagen de una luna totalmente redonda, transparente y azul. La luna parece un globo, un disco brillante que flota en el aire. Las luciérnagas, semejan pequeños faroles de luz, estrellitas que titilan muy cerca del río. La Oruga ríe y juega con los puntos luminosos.
ORUGA. ¡Hey... ustedes...! ¿No van a dejar de jugar? Ya estoy un poco cansada, ¿saben? Tengo una pregunta que hacer, ¿podrían atenderme un momento? Yo quisiera saber si alguno de ustedes es el amor. Necesito encontrarlo. Es asunto de vida o muerte. (Pausa. Aparte.) Tengo la ligera impresión de que estoy hablando sola.
DUENDE 1. Claro que estás hablando sola.
DUENDE 2. Hablar con los ojos de la noche es como hablarle al silencio.
Los Duendes ríen. La Oruga se asoma al agua. Su rostro se refleja en la luna. Al ver su reflejo, la Oruga se asusta. Los Duendes soplan el disco y éste aleja, flotando entre las ramas.
DUENDE 1. (Entre risas.) ¡Vaya susto!
DUENDE 2. Es tan fea que asusta al miedo.
DUENDE 1. ¡Aléjate, bicho, que enturbias el agua!
ORUGA. Perdón.
DUENDE 2. Estás perdonada, pero no vuelvas a hacerlo.
DUENDE 1. ¿Quién eres?
ORUGA. Soy la Oruga.
DUENDE 2. ¡Oruga! ¡Oruga! No te conozco.
DUENDE 1. ¿Andas sola?
ORUGA. Sí, señor.
DUENDE 2. Es peligroso.
DUENDE 1. Muy peligroso.
DUENDE 2. La noche es muy peligrosa para criaturas tan pequeñas como tú.
DUENDE 1. Hay pájaros en la oscuridad que te atraparían con su pico.
ORUGA. Tienen razón, mi mamá me ha hablado de esas aves y de los peligros de la noche, pero me dijo el señor Viento...
DUENDE 2. (Ríe.) ¡El Viento! ¡El Viento! (Regañón.) Nunca hagas caso de lo que diga el Viento.
DUENDE 1. Es un mentiroso.
DUENDE 2. Es un soñador.
DUENDE 1. Un embaucador.
ORUGA. El señor Viento me dijo que al final de este camino, encontraría el amor. Parece que me he perdido.
DUENDES 1 y 2. (Ríen.) Aparte de fea eres tonta.
ORUGA. ¿Por qué? ¿Acaso no existe el amor?
DUENDE 1. Claro que existe.
DUENDE 2. Pero no es fácil encontrarlo.
ORUGA. ¿Ustedes lo conocen?
Silencio. Los Duendes desaparecen en el río, para luego asomar sus idénticas cabezas por encima de las aguas.
DUENDE 1. Hace algún tiempo, conocimos el amor.
DUENDE 2. Hace siglos.
DUENDE 1. Pero lo perdimos.
DUENDE 2. El amor es un acertijo.
DUENDE 1. Una sombra escurridiza.
DUENDE 2. Cuando éramos más jóvenes, pensábamos todo el tiempo en el amor.
DUENDE 1. Pero ahora, que somos unos viejos...
DUENDE 2. Sólo pensamos en divertirnos. (Ríen los duendes y desaparecen).
ORUGA. En cambio yo... sueño que una voz lejana me susurra estrellas y música de alas.
DUENDES 1y 2. ¡Estás enamorada!
DUENDE 1. Pero enamorada de quien.
ORUGA. No lo sé.
DUENDE 1. ¿Estarás enamorada de mí?
DUENDE 2. ¿O de mí?
ORUGA. Pues...
DUENDE 1. Aunque... no eres muy linda.
DUENDE 2. Bastante fea, diría yo.
DUENDE 1. Pero aún así te aceptamos.
DUENDE 2. Sí, te aceptamos Oruga.
DUENDE 1. Quédate con nosotros.
DUENDE 2. Y serás la reina de este río.
DUENDE 1. Todas las mañanas, lavarás mis guantes mugrientos.
DUENDE 2. Y prepararás deliciosos desayunos con renacuajos tiernos.
DUENDE 1. Y barrerás la casa.
DUENDE 2. Y me quitarás las telarañas del cerebro.
DUENDE 1. Y me rascarás los pies.
DUENDE 2. Y a mí, me echarás barro en los cabellos.
Ríen y saltan.
ORUGA. Son ustedes muy gentiles, pero yo debo continuar mi camino.
DUENDE 1. ¡Claro!
DUENDE 2. Te lo dije.
DUENDE 1. Era obvio.
DUENDE 2. Pero no quisiste hacerme caso.
DUENDE 1. Porque yo soy tu hermano mayor y siempre tengo la razón.
DUENDE 2. ¿Mi hermano mayor? Ja... Ja... Ja...
DUENDE 1. Hasta luego, Oruga.
DUENDE 2. Si no encuentras el amor...
DUENDE 1. Acuérdate de nosotros.
DUENDE 2. Yo soy el mayor de los dos.
DUENDE 1. Pero yo me casaré primero.
DUENDE 2. Eso lo veremos.
ORUGA. Adiós.
* * * * *
ESCENA CUARTA
La Oruga avanza por el camino, algo cansada. El Duende del Monte se oculta tras las finas hierbas.
ORUGA. Nunca debí prestarle atención a las palabras del señor Viento. Como quisiera regresar a mi casa. Ahora estaría soñando con las estrellas en mi cama tibia. ¡Qué lástima que el amor no exista!
PRINCIPE. (Desde su escondite.) Pero sí existe.
ORUGA. ¿Quién está ahí?
PRINCIPE. Yo.
ORUGA. ¿Y quién es yo?
PRINCIPE. El Príncipe del Monte.
ORUGA. ¡Ah!
PRINCIPE. Eres nueva en esta parte del monte, nunca antes te había visto.
ORUGA. Vivo muy lejos de aquí, pero no sé bien dónde. Me perdí por estos caminos del monte buscando el amor.
PRINCIPE. ¡Vaya! Parece que los dos buscamos lo mismo.
ORUGA. ¿También tú estás enamorado?
PRINCIPE. Así es, pero no he tenido suerte. Me enamoré de una rana del río, pero su corazón frío me dijo que no. Después me enamoré de una guacamaya... y al final me dejó. También me enamoré de una boa, una luciérnaga, una paloma y una caimana, pero ninguna me correspondió.
ORUGA. ¡Qué mala suerte!
PRINCIPE. ¿Y tú?
ORUGA. Me dijo el Viento, que al final del camino encontraría el amor. Pero yo creo que este camino no tiene fin. Lástima, porque me hubiera gustado mucho conocer a ese señor. ¿Y tú, por qué te escondes?
PRINCIPE. Porque... porque nadie me quiere.
ORUGA. A lo mejor yo podría quererte.
PRINCIPE. No, qué va... soy más feo que la fealdad.
ORUGA. Yo también soy fea, ¿sabes? Me han dicho que puedo asustar al susto.
La Oruga y el Príncipe del Monte ríen.
PRINCIPE. Eres muy simpática.
ORUGA. Tú también.
PRINCIPE. ¿Quieres verme?
ORUGA. Si me prometes que no te reirás de mí.
PRINCIPE. Te lo prometo. Pero júrame que no echarás a correr cuando me veas.
ORUGA. Te lo juro.
PRINCIPE. Bueno... cúbrete los ojos. Yo haré lo mismo.
El Príncipe del Monte y la Oruga, se tapan los ojos. Ambos comienzan a andar muy lentamente hacia el encuentro. Finalmente, tropiezan el uno con el otro.
PRINCIPE. ¿Estás ahí?
ORUGA. Aquí estoy.
Abren sus ojos, despacio y con temor.
PRINCIPE. (Emocionado.) Tú...
ORUGA. ¿Sí?
PRINCIPE. Eres hermosa.
ORUGA. Y tú...
PRINCIPE. ¿Sí?
ORUGA. Eres bonito.
LOS DOS. (Suspiran.) ¡Ay, es el amor!
ORUGA. El Viento no me mintió.
PRINCIPE. Al fin conozco el verdadero Amor. Escucha, mi corazón late como un tambor.
ORUGA. Y a mí, por dentro, me nace una flor.
Ríen.
PRINCIPE. Me siento feliz.
ORUGA. Y yo, estoy tan emocionada que siento ganas de llorar.
PRINCIPE. Pero no llores, porque me daría mucha pena. Mejor me dices tu nombre.
ORUGA. Oruga.
PRINCIPE. ¡Oruga! Sí, me gusta ese nombre. Entonces, Oruguita, ¿quieres casarte conmigo?
ORUGA. ¿Casarme?
PRINCIPE. Si te casas conmigo, serás mi esposa: la Princesa del Monte.
ORUGA. Sí, quiero ser tu compañera.
PRINCIPE. Haremos una casa en el tronco de un árbol.
ORUGA. No, entre las ramas, tan alto que podamos jugar con las estrellas.
PRINCIPE. Y tendremos muchos hijos.
ORUGA. Muchísimos... todos igualitos a ti.
PRINCIPE. Prefiero que sean como tú: amables, cariñosos y de buen corazón.
ORUGA. Por el día irán de paseo con su padre.
PRINCIPE. Los llevaré a cazar moscas y a pescar en el río.
ORUGA. Y de noche los arroparé con sabanitas de nubes. Y les cantaré canciones tiernas, como las que me cantaba mi madre, para que tengan hermosos y mágicos sueños.
PRINCIPE. ¡Qué feliz este camino que nos unió!
ORUGA. ¡Qué gran camino de amor!
La Oruga y el Príncipe se aproximan para besarse. Entra la Dama de La Noche.
DAMA. ¡Atrás! Ni un paso más. ¡Vade retro, bicho feo!
PRINCIPE. ¿Y ésta quién es?
ORUGA. ¡Mi madrina!
DAMA. Buena la has hecho, ahijada. Tu madre no come ni duerme, anda como loca alborotando el monte. Por encontrarte ha levantado hasta las piedras.
ORUGA. ¡Qué pena!
DAMA. Sí, vergüenza debía darte. Ahora mismo te vienes conmigo.
ORUGA. Es que... no puedo. Acabo de encontrar el amor.
DAMA. ¿El amor? ¿Y dónde está?
ORUGA. Aquí, a mi lado.
PRINCIPE. Buenas noches, señora, soy el Príncipe del Monte.
DAMA. ¡Oh, no! ¿Ustedes se han enamorado?
ORUGA. Nos vamos a casar.
DAMA. ¡Ohhhhhhh! (Se desmaya).
ORUGA. ¡Madrina!... ¡Madrina!... ¡Despierte!... Se desmayó de la emoción.
PRINCIPE. Espérame aquí, Oruguita, voy al río por un poco de agua y regreso enseguida. No te muevas.
ORUGA. Sí, sí, mi príncipe, ves corriendo y vuelve volando que yo te espero.
Sale el Príncipe del Monte e inmediatamente despierta la Dama de La Noche.
DAMA. ¡Oh, Dios, qué susto me has dado!
ORUGA. ¿Estás mejor?
DAMA. No del todo. Si tu madre se entera de que te quieres casar, se morirá de un infarto. Así que mejor nos vamos, antes de que el bicho feo regrese del río.
ORUGA. Yo lo quiero, madrina y me casaré con él.
DAMA. Eso tendrás que contárselo a tu madre, que ya viene por ahí.
LAGARTA. (Entrando.) ¡Gracias al Dios de las lagartijas que por fin te encuentro, hija mía! ¿Estás bien? ¿No te falta una pata? ¿Te duele la cabeza? ¿Alguien te ha hecho daño?
ORUGA. Estoy bien, mamá.
LAGARTA. Si no fuera porque estoy contenta de haberte encontrado, te daría una zurra por tu mal comportamiento.
ORUGA. Perdóname, mamá, es cierto que no debí salir sin avisarte. Pero es que...
LAGARTA. Pero es que nada. Ahora mismo regresamos a casa.
ORUGA. No, no... no puedo.
LAGARTA. ¿No puedes? ¿Por qué?
DAMA. Está enamorada.
LAGARTA. ¿Enamorada?
DAMA. Sí, comadre, la oruga se ha enamorado de un bicho raro que dice llamarse: Príncipe del Monte.
ORUGA. Es un Príncipe muy hermoso, no un bicho raro. Y vamos a casarnos.
LAGARTA. Claro que no. No te casarás. Cuando seas una Oruga adulta podrás hacerlo, pero hasta entonces, yo soy tu madre y me debes obediencia.
DAMA. Así se habla.
ORUGA. Pero... entiende mamá, yo soy feliz. Yo lo quiero y él me quiere. Y los dos, queremos casarnos.
LAGARTA. Primero tendrá que pasar por encima de mis huesitos. Arriba, andando... Esta conversación ha terminado. En la casa hablaremos más.
ORUGA. Yo no puedo abandonarlo, mamá.
LAGARTA. Usted camina ahora o yo la hago caminar.
DAMA. Así se habla, comadre, con voz recia y mano dura. Y tú, Oruga, no te preocupes por el Príncipe feo, tan pronto llegue del río le contaré lo que ha pasado. Si realmente está enamorado de ti, te buscará hasta encontrarte. ¡Vayan tranquila y a toda prisa, que el monte de noche es muy peligroso!
LAGARTA. ¡Andando, hija!
DAMA. ¡Adiós, comadre!
LAGARTA. ¡Adiós!
ORUGA. ¡Adiós, amor!
La Oruga y la Lagarta se alejan. Se asoma la luna por encima de las copas de los árboles y se quiebra en mil pedazos, como un espejo. Los trozos se dispersan por entre las hojas y las hierbas; luego, los mínimos fragmentos de luna, se convierten en luciérnagas.
* * * * *
ESCENA QUINTA
Las luciérnagas pululan por la oscuridad. Forman graciosos y complicados dibujos. Dibujan una gran telaraña y luego desaparecen. El monte se ilumina, con luz de estrellas distantes.
LAGARTA. (Refunfuñando.) Salir de casa sin avisarme... No te lo perdonaré nunca.
ORUGA. Pero yo, mamá...
LAGARTA. Tú estás muy desobediente en estos días.
ORUGA. También tú huiste de tu casa un día.
LAGARTA. ¿Quién te dijo eso?
ORUGA. Mi madrina.
LAGARTA. Bueno... es verdad. No te lo negaré. Como tampoco voy a negarte que me fue bastante mal. Por eso es que te cuido tanto, mi amor. No deseo que sufras como sufrí yo.
ORUGA. Yo había encontrado el amor. Comenzaba a ser feliz.
LAGARTA. El amor, viene y se va. Otro día lo volverás a encontrar.
Maña, la Araña, danza sobre los hilos de la telaraña. Su baile provoca temor en la Lagarta y la Oruga.
MAÑA. ¡Terrible noche! La luna se cayó en un pozo y se rompió en mil pedazos. Es difícil moverse en la penumbra, sobre todo para dos criaturas tan pequeñas como ustedes dos.
LAGARTA. Vamos de regreso a casa, señora Maña.
MAÑA. ¿Y ella?
LAGARTA. Es mi hija.
MAÑA. Muy linda y dulce.
ORUGA. Gracias, señora Maña.
MAÑA. ¡Oh!, pero qué descortesía, qué falta de amabilidad de mi parte, aún no las he invitado a pasar a mi casa. Perdonen, es que no acostumbro a recibir visitas a estas horas. Pero pasen, no se queden ahí paradas. La noche está tan húmeda que deben tener hambre y frío. ¡Adelante, amigas! Les prepararé una taza de café con leche.
ORUGA. Gracias, señora Maña, realmente necesitamos descansar.
LAGARTA. De ninguna manera, hijita. Tenemos que regresar cuanto antes. Agradecemos su gentileza, señora Maña, pero estamos apuradas. Otro día será. (Intenta avanzar y Maña se interpone en su camino).
MAÑA. ¡Qué descortesía, amiga Lagarta! Nunca antes me habían rehusado una invitación. ¡Qué desaire!
LAGARTA. No lo tome así, señora Maña, hoy no podemos aceptar su invitación, pero tal vez mañana volvamos a visitarla.
MAÑA. Eso espero.
LAGARTA. ¡Hasta mañana!
MAÑA. ¡Hasta mañana, amigas! (Se aparta y las deja pasar).
ORUGA. ¡Hasta pronto, señora Maña!
La Lagarta y la Oruga continúan su camino. La Araña las sigue, muy de cerca.
MAÑA. ¡Dios de los Arácnidos! ¿Qué es eso? ¿Una estrella va a caer sobre nosotras?
LAGARTA. ¿Usted cree, señora Maña?
MAÑA. Sí, sí, doña Lagarta, mire al cielo. Ahora sí estamos perdidas.
LAGARTA. ¡Ay, San Lagarto Feo!... ¿Y dónde está esa estrella, que no la veo?
MAÑA. En sus narices.
Maña aprovecha el pánico de la Lagarta y toma por sorpresa a la Oruga. De un salto, la lleva a su red.
ORUGA. ¡Mamá! ¡Mamá! Sálvame, mamá!
LAGARTA. ¿Qué has hecho, Maña?
MAÑA. Una maraña, amiga. (Ríe.) Hoy he tenido un día terrible, querida Lagarta, ni una mosca se ha dignado posarse en mi telaraña. Podrás imaginarte el tamaño de mi hambre. No podía dejar pasar un bocado tan apetitoso.
LAGARTA. No le hagas daño, por favor. Tómame a mí y deja a mi hija libre.
MAÑA. Demasiado vieja para mi gusto, doña Lagarta, su carne es dura e insípida. En cambio la oruga es joven, de carne suave y jugosa. ¡Hum! Se me hace agua la boca.
LAGARTA. Se lo ruego...
MAÑA. Lo siento.
LAGARTA. Tenga piedad...
MAÑA. Después que coma, hablaremos.
La araña inicia su danza. La Lagarta se desespera. Por un extremo, aparecen La Dama de La Noche y el Príncipe del Monte.
DAMA. Usted debe regresar a su casa.
PRINCIPE. Debo encontrarla.
DAMA. Pero nadie lo quiere: ni yo ni la madre de ella.
PRINCIPE. La oruga me ama y eso es suficiente.
DAMA. ¡Testarudo!
PRINCIPE. ¡Insensata!
LAGARTA. ¡Auxilio! ¡Auxilio! Corra, comadre, que mi niña está en peligro.
DAMA. (Acercándose a la Lagarta.) ¿Qué pasa, comadre? ¿Por qué grita de esa manera? Sepa que no ha sido mi culpa, este señor me ha seguido y no me ha dejado ni un instante.
LAGARTA. Eso no importa ahora. ¡Mira! Maña, la araña, tiene presa a mi hija. Si no actuamos de inmediato, se la tragará de un solo bocado.
DAMA. ¡Oh, no! ¡Qué terrible, comadre! Nadie se atreve a enfrentar a esa araña: patas de lanza, lengua de zarza, dientes de plata...
LAGARTA. Pero hay que hacer algo.
DAMA. Yo... yo sólo puedo hacer esto... (Se desploma.)
LAGARTA. ¿Y usted, señor?
PRINCIPE. Ella es mi amada.
LAGARTA. ¿Y piensa quedarse ahí, como una piedra? ¿Dejará que la malvada Maña devore al ser que dice amar? ¡Vaya caballero amante!
PRINCIPE. Soy un príncipe, señora, y en estos casos suelo actuar sin demora. ¡Hey, tú, araña cara de maraña! ¿Por qué no intentas comerme a mí?
MAÑA. (Lo observa y ríe.) Te reservaré para el desayuno.
LAGARTA. No se deje intimidar.
PRINCIPE. Baja, cara de rana, patas de alambre, ojos de vaca.
MAÑA. Sin ofensas, bicho horroroso.
PRINCIPE. Pues aquí te espero, señora lagaña.
MAÑA. (Rabiosa.) ¡Ayyy! Nunca me habían llamado así. Tú lo has querido, príncipe mocho, te haré carne mechada.
Maña salta al camino y se enfrenta al Príncipe. La Araña usa sus patas como espadas filosas, mientras el Príncipe se defiende de sus ataques con una varita de bambú. Al comenzar la batalla, el Príncipe se ve en desventajas, pero algunas estocadas hacen retroceder a la araña. La Lagarta, muy nerviosa, busca entre la hierba, hasta que encuentra un pequeño garrote de madera, con el que asestará duros golpes a la araña. El príncipe, logra cortar varias patas a su contrincante, quien, finalmente, se ve perdida.
MAÑA. Esto no es justo... ¡Basta! ¡Basta! ¡Me rindo! ¡Estoy acabada!
LAGARTA. Tú los has dicho, Maña, hasta aquí llegaron tus días.
MAÑA. (Al Príncipe.) No me mates, por favor.
LAGARTA. Ahora suplicas por tu vida, pero cuando te pedí la libertad de mi niña, no escuchaste mis ruegos.
MAÑA. No te escuché bien, amiga. Estoy algo sorda.
PRINCIPE. Voy a perdonar tu vida, Maña. No podrás ir muy lejos sin tus patas. Tendrás el castigo que mereces. Muy pronto llegarán los ejércitos de hormigas a buscarte.
MAÑA. ¿Hormigas? ¡Oh, no, odio las hormigas! No quiero saber nada de esos insectos (en retirada)... Que no me persigan... que se vayan... ¡ay!, las terribles hormigas... (Sale.)
PRINCIPE. (Desata a la Oruga.) ¿Estás bien?
ORUGA. Me alegro de que estés aquí.
PRINCIPE. Estaría siempre a tu lado, si tú lo quisieras.
ORUGA. Es mi mayor deseo.
LAGARTA. (Tose.) Bueno, bueno... bajen de ahí ya, no vaya a ser que esa araña regrese.
ORUGA. Madre, yo quisiera pedirte...
LAGARTA. Sí, sí, ya sé lo que vas a pedirme.
PRINCIPE. ¿Y cuál es su respuesta?
LAGARTA. Eres muy osado, joven Príncipe. Un poco feo, es cierto, pero valeroso. Arriesgaste tu vida por salvar a mi pequeña, ¿qué puedo decir? Tienen mi bendición para casarse... ¡Qué sean muy felices!
ORUGA. Gracias, mamá... ¡Te quiero hoy más que nunca!
PRINCIPE. Gracias, señora, tiene usted un corazón muy noble.
DAMA. (Despertando.) ¡Ay, qué dolor de cabeza! ¿Qué pasa? ¡Oh, perdóname, comadre, ese Príncipe me siguió, no pude deshacerme de él. ¿Tú me perdonas, verdad?
LAGARTA. Claro que te perdono, comadre. Trajiste mi felicidad y la de mi hija.
DAMA. ¿Cómo dices? ¡Ah, no! Ahora sí no entiendo nada. ¿Me perdí de algo?
LAGARTA. Deja que te cuente.
La Oruga y el Príncipe se besan. Entran las luciérnagas y, muy juntas, forman una luna redonda y clara que ilumina a los enamorados. Entonces, la Oruga se transforma en mariposa. La luna se descompone en un millón de azahares pequeñitos, que acompañan el vuelo de la Mariposa y el Príncipe del Monte.
PRINCIPE. (En off.) ¿Me quieres?
MARIPOSA. (En off.) Te quiero.
Telón