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TEATRIN VIAJERO

DE CÓMO LLEGARON LOS TÍTERES a poblar el último rincón del mundo : 3ª entrega

DE CÓMO LLEGARON LOS TÍTERES a poblar el último rincón del mundo : 3ª entrega

Esta recopilación es una contribución de la Compañía Payasíteres (Chile) al conocimiento de la cultura popular y a nuestras raíces titiritescas en particular.
La mayoría de esta información es parte de una investigación particular inédita y que ofrecemos de manera gratuita a todos quienes puedan estar interesados en el tema.

SERGIO HERSKOVITS Y ELENA ZÚÑIGA
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Capítulo III
Los Mapuches y sus ceremonias teatrales
Autor: Sergio Herskovits Álvarez
Compañía PAYASÍTERES


En el libro Historia General del Reino de Chile, escrita en el año 1674 por el Padre Diego de Rosales -sacerdote que vivió cerca de medio siglo entre los Mapuches-, relata en el capítulo que se refiere a las celebraciones y fiestas públicas de los Mapuches que: "... no tienen fiestas públicas, de toros, cañas, comedias, ni las que se hacían en los antiguos anfiteatros. Que todas las fiestas en que no se come, bebe y baila, la tienen por fría y disparatada". Este párrafo es repetido en muchos textos de historia del teatro en Chile y parece ser lo suficientemente persuasiva para no seguir investigando. Curiosamente es el mismo cura D. Diego de Rosales quien se contradice a si mismo, cuando en el mismo libro escribe una frase que inexplicablemente no es valorada por la mayoría de los autores. El cronista sacerdote nos relata: "...Y los toquis generales, o los caciques más principales suelen convocar la tierra para sus fiestas. Y en unas tienen, además de los bailes, sus entremeses, en que sacan figuras diferentes; y en otras truecan los trajes hombres y mujeres".

Este comentario testimonia que efectivamente y sin lugar a dudas, los mapuches tuvieron fiestas públicas, espectáculos dramáticos y algo muy próximo a representaciones con títeres. Cuando el cronista nos relata el trueque entre hombres y mujeres de sus trajes, obviamente se trata de un intercambio de identidad; al acto de interpretar un personaje de otro sexo, sin que esta permuta tenga una connotación de desviación sexual, pues de haber sido así sin duda que el sacerdote lo habría denunciado enérgicamente como una depravación de los indígenas. Y cuando nos habla de figuras diferentes, tan solo pueden ser personajes similares a lo que conocemos por títeres. Continua con el relato diciendo: "A otras fiestas convocan que llaman Guicha-boqui, en que ponen un árbol en medio del cerco y de él pendientes cuatro maromas adornadas con lana de diferentes colores de las que están asidos para bailar todos los parientes del que hace la fiesta".

Mas aún, describe un espectáculo que el mejor de los magos o prestidigitador de la actualidad quisiera poder realizar. Nos cuenta: "... hacen también los hechiceros sus fiestas públicas a que concurre toda la tierra: así por bailar, beber y cantar; como por ver cosas prodigiosas y maravillas que hacen por arte de magia y con ayuda del demonio. Que en estas fiestas le atraen con sus invocaciones y se les aparece sobre el ramo de canelo en la figura de un pajarito. Y luego salen de sí todos los hechiceros porque entra el demonio en ellos y dan saltos y carreras, moviéndose de unas partes en otras sin poner los pies en el suelo, bailando sobre el fuego, los pies descalzos, tragándose tizones ardiendo y arrojando en el fuego los vestidos, sin recibir en sí ni en los vestidos lesión alguna. Y de esta suerte hacen otras maravillas aparentes, sacándole a algunos los ojos, cortándole a otros las narices, quitándole a este las llancas que trae colgadas al pecho y al otro las orejas. Y así de otras burlas y juegos que hacen aparentemente y por arte del diablo con que tienen abobada y en suspenso a la gente".

Si tenemos en cuenta que la misión del sacerdote no era precisamente exaltar las habilidades de los mapuches, podemos sospechar que los espectáculos presentados por estos “hechiceros” deben haber sido realmente extraordinarios para recibir los comentarios que obtuvieron del religioso.

En el despliegue de estas manifestaciones dramáticas, los Mapuches se valían de elementos escénicos como tabladillos descritos con precisión por el Capitán Francisco Pineda y Bascuñan, autor del Cautiverio feliz, donde nos cuenta el confinamiento que vivió en el año de 1629 a manos del pueblo Mapuche: "...un tabladillo en cuarto con gradas que subían en forma de pirámides trucadas, rodeadas por bancos reservados para los caciques, ulmenes y personas de importancia. Sobre este tabladillo o andamio hecho de tablones, efectuaban sus bailes, sus cantos y sus representaciones enmascarados. La primera grada tendría más o menos una vara de alto del suelo, y las demás un poco menos. El tablado de arriba era de considerables dimensiones y consistía en una plataforma, podremos decir un proscenio en que se efectuaban las representaciones. En el centro se levantaba un árbol de Canelo, símbolo obligado en todas sus fiestas y ceremonias". Por supuesto que esta fiesta calza perfectamente con las ceremonias religiosas que dan inicio al teatro en todos los rincones del mundo.

Otro relator de la época -González de Nájera- al describir una de estas representaciones en estos tabladillos mapuches nos cuenta: “La gente anda a la redonda de los bancos por un espacio del campo, mujeres y hombres todos en hilera, con figuras y disfraces tan varios, ridículos y disparatados que no se pueden bien referir; unos andan cubiertos de pieles de fieras con las cabezas boquiabiertas que caen encima de las suyas, mostrando sus grandes dientes; y otros por la misma manera con pieles de cabrones de deformes cuernos; otros traen estas prendas de cuero semejantes en su hechura a las de coro, cubiertas por fuera unas de plumas amarillas, otras coloradas y verdes”.

Estos disfraces, que los mapuches llamaban “mañagua”, tan comunes en nuestros antepasados, están directamente emparentados con los títeres fantoches, técnica en que el manipulador o titiritero se ubica al interior del personaje para su manipulación y que los programas televisivos utilizan profusamente, puesto que casi no existe programa infantil de TV donde un actor se disfrace de animal o represente algún objeto, sin siquiera sospechar que, antes de la llegada de los conquistadores, nuestros antecesores mapuches ya realizaban estas acciones.

También tenían un personaje muy curioso y poco difundido. Se le denominaba Ñegpin y era el encargado de relatar cuentos e imitar a los personajes de la historia. En otras palabras, lo que actualmente conocemos en todo el continente -gracias a los maestros colombianos- como Cuentacuentos. Este personaje, en algunas ocasiones apoyaba su relato con objetos que graficaban la historia y que, posiblemente, también ocupaba “diferentes figuras” como relatan las antiguas crónicas, lo que convertiría al Ñegpin en el titiritero de estos territorios.


Próxima entrega: Capítulo IV: Los Selk’nam: máscaras y ritos secretos

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