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TEATRIN VIAJERO

EL CABALLERO VACILANTE, LA ESPADA Y EL DRAGÓN

<strong>EL CABALLERO VACILANTE, LA ESPADA Y EL DRAGÓN</strong> El retorno de los pupi de La Boca
Por: Rafael Curci
Fuente: Teatro San Martín

Los pupi conforman el teatro de títeres de Italia meridional, y su origen se remonta a las primeras décadas del siglo XIX. Tuvo dos epicentros localizados en la isla de Sicilia: uno en Catania y el otro en Palermo, dando lugar a dos escuelas que se diferencian, entre otras cosas, por la tipología de los pupi (tamaño, peso, manipulación, mecanismos), y por distintos aspectos de la representación.

Antiguamente, los espectáculos se ofrecían por episodios --un acto por noche--, en series que duraban muchos meses y que se hacían en los barrios más humildes. Los espectadores eran casi exclusivamente hombres, y seguían las historias participando de ellas con emoción. La obra de los pupi representan principalmente historias de caballería que tienen como protagonistas a Orlando, Rinaldo y a los Paladines de Francia; este repertorio se conoce como ciclos carolingios, donde se presentan las hazañas del emperador Carlomagno y las diversas contiendas que entabla con las tropas sarracenas por el dominio de España.

Los pupi sicilianos arribaron a Buenos Aires a principios del siglo pasado y se instalaron en el barrio de La Boca. Fue mediante el esfuerzo de dos familias de titiriteros que se montaron pequeños teatritos para llevar a escena sus hazañas. Pero a las distintas penurias económicas que ponían en peligro constante la continuidad de estas salas se sumó la gran inundación de 1940. Así fue que los viejos titiriteros perdieron sus títeres y su teatro para instalarse, un tiempo después, en un pequeño local donde vendieron cigarrillos como único modo de subsistencia. Y allí murieron, pobres y olvidados.

La idea que impulsó este proyecto fue la de rescatar el arte de los pupi tal cual quedó detenido hace medio siglo atrás para recrearlos, trayéndolos de vuelta al presente mediante la puesta en escena de El Caballero Vacilante, una obra escrita en dos cuadros, tal como es costumbre en este género. A través de un minucioso y detallado trabajo de investigación, pudimos determinar el modo de construcción y manipulación de estos títeres al tiempo que, día a día, mediante la práctica escénica, intentamos rescatar el “anima” perdida, esa especie de espíritu esencial que se necesita para animar estos títeres. Sin apartarnos de los modelos originales y respetando en la reconstrucción las distintas particularidades del género (personajes, vestuario, armaduras, telones, espacio escénico), los pupi fueron tomando forma gracias al trabajo mancomunado de titiriteros y realizadores, sumado al de los distintos talleres del Teatro San Martín.

Hoy podemos decir que el fruto de nuestros esfuerzos se ve también colmados por la satisfacción de haber podido recobrar parte del acervo cultural del barrio al reinstalar en el Teatro de la Ribera esta singular tradición titiritera, que fue propia y exclusiva de La Boca. Por todo esto --y por una cuestión de equidad--, deseamos que este acontecimiento sirva también como sincero homenaje a aquellos titiriteros pioneros, Don Bastián Terranova y Carolina Ligotti de Palermo, y Vito Cantone y Nazarena Crimi de Catania, cuyos denodados esfuerzos sirvieron para asentar las bases del arte de los títeres en Argentina.

En unos instantes el telón se levantará de la misma manera que casi un siglo atrás, para dar paso a las aventuras de Orlando, Carlomagno y el Caballero Vacilante, quienes intentarán conquistar un espacio en el corazón del público de todas las edades. Porque, como es sabido, la magia y la fascinación no andan por las butacas pidiendo documentos. Y, por supuesto, como valerosos paladines e insignes caballeros, buscarán salir airosos de la batalla contra la desazón y el olvido como lo hicieron siempre, sin golpes bajos, sin renuncias ni injusticias, a puro encanto.

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Teatro: El Caballero Vacilante, la espada y el dragón
LOS NIÑOS REVIVEN LA FASCINANTE MAGIA DE LOS PUPI

Por: Nora Lía Sormani
Fuente: Imaginaria

Muy lejos de la banalidad de los espectáculos infantiles de moda, y lejos también de la calle Corrientes, se presenta El Caballero Vacilante, la espada y el dragón, escrita y dirigida por Rafael Curci. Ir a ver este espectáculo es un paseo muy especial. Significa llevar a los chicos al barrio de La Boca —con sus pintorescas callecitas— y, a la vez, invitarlos a participar de un viaje en el tiempo (fines del siglo XIX y principios del XX) para ponerlos en contacto con el arte de los títeres del barrio: los pupi.

La tradición de estos títeres (especie de marionetas manipuladas desde arriba por los titiriteros) proviene de Sicilia, Italia, y tuvo dos grandes corrientes: la de Palermo y la de Catania. Los inmigrantes titiriteros se instalaron en el barrio de La Boca. Vito Cantone y su familia fundó el "Teatro de Sicilia", que quedaba en la calle Necochea 1339 y Sebastián Terranova y su mujer, el "Teatro San Carlino" —ubicado en la calle Olavarría entre Palos y Del Crucero—.

El maestro Javier Villafañe fue uno de los artistas que asistía a estas representaciones (junto con Juan de Dios Filiberto, Benito Quinquela Martín y Raúl González Tuñón) y según sus propias declaraciones, gracias a esas funciones "comenzó a amar a los títeres". Quienes vayan a ver El Caballero Vacilante... encontrarán esta información y muchos datos más en grandes paneles situados en el hall del Teatro de la Ribera.

Al igual que en otras épocas, la obra cuenta una saga caballeresca en dos actos y está inspirada en el Orlando furioso de Ariosto. Carlomagno y sus tropas franco-cristianas, arrasan con los sarracenos hasta que Yasid, el jefe de las huestes paganas, descubre que puede debilitarlo quitándole su famosa espada. Recurre a la bruja Morgana y a sus hechizos. Pero, finalmente, es el Caballero Vacilante quien rescata para Carlomagno su reliquia y le devuelve el poder.

El Caballero es un antihéroe que no sólo lleva adelante la acción, sino que también le imprime humor y ternura a la obra. Su nombre se debe a que pone en tela de juicio todas sus decisiones y está rodeado de incertidumbres y dudas. Si bien está poblada de muchos otros personajes muy particulares, la historia es sencilla y clara y busca entretener sin confundir al pequeño espectador.

Es de destacar el diseño de los títeres, en especial el del viejo y cansado dragón Dragoberto. También llaman la atención los telones de fondo, ilustrados con colores fuertes y que recrean los paisajes y escenarios de las escenas. Sólo un elenco tan sólido como el Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín podía dar vida a estos muñecos de manera tan impecable. Sus movimientos y sus voces para narrar son únicos en la Argentina. Gracias a su talento trasladan inmediatamente a la platea el espíritu de la batalla y de los pupi.

Además de la musicalización de las escenas, las acciones de los títeres tienen su propio sonido, que se produce por el choque de las espadas en los escudos de los personajes y el roce de las alitas del hada Liduvina, manipulada con excelencia por Alejandra Castillo. La escena de la navegación del Caballero Vacilante en un mar hechizado por Morgana es una de las más bellas de toda la historia del teatro para niños en la Argentina. Imperdible.

Ficha Técnica
El Caballero Vacilante, la espada y el dragón
Dramaturgia y Dirección: Rafael Curci.
Elenco: Grupo de Titiriteros del Teatro San Martín: Tito Loréfice, Daniel Spinelli, Carlos Almeida, Hernesto Mussano, María Ibarra, Román Lamas y Alejandra Castillo.
Diseño de títeres y armaduras: Alejandra Farley, Rafael Curci, Ignatz Ratskiwatsi, Juan Benbassat, Talleres de Escultura, Pintura, Artesanía y Utilería del CTBA.
Escenografía y tallado de manos y cabezas: Walter Lamas y Taller de Escultura del CTBA.
Musicalización: Gustavo "Popi" Spatocco.
Teatro de la Ribera del Complejo Teatral de Buenos Aires (Avda. Pedro de Mendoza 1821).

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